Era solo un peluche colgado de su pantalón, un Sapo Concho como se le conoce al anfibio endémico de Puerto Rico que vive oculto y suele pasar la mayor parte del tiempo escondido y solo sale para reproducirse cuando llueve, aunque ahora se ve por todos lados en redes sociales, pues es ni más ni menos que el muñeco de colección de Bad Bunny que ya se hizo viral.
Así como lo leíste: la nueva obsesión de la moda digital llamado Sapo Concho la está rompiendo y en grande, dejando en el olvido a los Labubus , funkos pop, Hello Kitty, Sonny Angel y hasta los Ternurines, todo por ser el muñeco viral de colección que acaba de lanzar Bad Bunny.
El Sapo Concho, lejos de otros fenómenos globales
Ah, pero eso no es todo, pues a diferencia de los Labubus y otros muñecos globales, el Sapo Concho de Bad Bunny sigue la estrategia de las blindboxes (cajas ciegas, en español), con seis variaciones diferentes: un boxeador, un beisbolista, un jíbaro (campesinos que habitan en las zonas rurales y montañosas de la isla), un basquetbolista, un músico, un cafetero y hasta un futbolista.
Te podría interesar
Y es que al parecer pagar por una caja sorpresa cuyo contenido es un misterio se ha convertido en el pasatiempo favorito de miles de personas, por lo que Bad Bunny lanzó también una advertencia para todos aquellos que quieren a su Sapo Concho: “Disponible por tiempo limitado. Una vez agotado, se acabó”, por lo que solo permite comprar dos figuras por pedido y un pedido por cliente.
El éxito del Sapo Concho, el muñeco de Bad Bunny
A un costo de 35 dólares y disponible en la página oficial de Bad Bunny (https://www.debitirarmasfotos.com/), con envíos a todo el mundo, el cantante puertorriqueño también pide paciencia a quienes quieran adquirir el suyo, pues hay que esperar entre ocho y 10 semanas para recibirlo, sobre todo luego de que Sapo Concho fue elegido como protagonista de su último disco, lanzado en enero pasado.
Te podría interesar
Pero el fenómeno va más allá de la mercadotecnia, pues tras su debut en el tema No me quiero ir de aquí, ahora también se ha convertido en un símbolo contra la gentrificación, el desplazamiento forzado, la masificación turística y el cambio climático que amenaza a Puerto Rico; es decir, todo un acto político convertido en mercadotecnia.