¿Qué pasa si tomo alcohol cada fin de semana?

Quienes ingieren más bebidas alcohólicas tienden a optar por alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, frituras y azúcares.

Bebidas alcohólicas, salud, consumo de alcohol
Bebidas alcohólicas, salud, consumo de alcohol.Bebidas alcohólicas, salud, consumo de alcoholCréditos: Canva
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El consumo de bebidas alcohólicas en exceso se ha convertido en una práctica recurrente entre adolescentes y jóvenes adultos, especialmente durante los fines de semana. Aunque muchas veces se normaliza como parte de la vida social, la evidencia científica ha demostrado que este hábito representa un riesgo importante para la salud física y mental. El hecho de superar más de cuatro copas en el caso de las mujeres o cinco en el de los hombres ya se considera consumo riesgoso, lo que marca una delgada línea entre la diversión y la exposición a problemas derivados del consumo de alcohol.

Uno de los principales hallazgos de diversas investigaciones es la relación entre el consumo de alcohol y una dieta deficiente. Quienes ingieren más bebidas alcohólicas tienden a optar por alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas, frituras y azúcares. Este tipo de elecciones repercute de forma directa en la salud, aumentando la probabilidad de sobrepeso, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer asociados al exceso de grasa corporal. De este modo, lo que comienza como una salida recreativa puede terminar impactando gravemente en el bienestar general.

Además de la alimentación, el consumo de alcohol tiene un efecto directo en el descanso. Las personas que ingieren grandes cantidades de bebidas alcohólicas suelen presentar insomnio, somnolencia diurna y dificultades para alcanzar un sueño reparador. Estas alteraciones afectan la memoria, el rendimiento académico o laboral y, con el tiempo, pueden generar serias complicaciones en la salud mental, como ansiedad o depresión. Dormir mal no solo reduce la calidad de vida inmediata, sino que también incrementa el riesgo de enfermedades crónicas.

El impacto del consumo de alcohol también se observa en diferencias de género. En los hombres, el exceso de bebidas alcohólicas está relacionado con un aumento en la latencia del sueño, es decir, tardan más en conciliarlo. En las mujeres, en cambio, se ha detectado una mayor propensión al insomnio y a despertares frecuentes durante la noche. Estos patrones afectan la salud de forma diferenciada, pero en ambos casos confirman que beber en exceso repercute directamente en la estabilidad del organismo.

A largo plazo, los efectos del consumo de alcohol pueden extenderse más allá del sueño y la alimentación. Diversos especialistas señalan que los altos niveles de cortisol y otras hormonas alteradas por la ingesta de bebidas alcohólicas favorecen el desarrollo de hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2 y depresión. Estas condiciones crónicas deterioran la salud progresivamente y reducen la expectativa de vida, subrayando la importancia de moderar la ingesta.

Otro aspecto clave es la percepción cultural. En muchos contextos sociales, el consumo de alcohol se asocia con celebración y pertenencia grupal. Sin embargo, es fundamental cuestionar esa normalización y reconocer que las bebidas alcohólicas no son inocuas. Promover la educación sobre sus riesgos y fomentar alternativas de ocio saludables son pasos necesarios para proteger la salud de la población más joven y vulnerable.

El exceso en el consumo de alcohol no solo afecta de manera inmediata a la calidad del sueño y la alimentación, sino que a mediano y largo plazo compromete la salud integral. Reconocer el papel de las bebidas alcohólicas en este escenario es clave para generar conciencia colectiva y reducir conductas de riesgo. La prevención, la información y la responsabilidad social son herramientas imprescindibles para enfrentar este desafío de salud pública.