GASTRONOMÍA

¿Pedos de monja? ¿A qué saben estos postres?

Los pedos de monja son un dulces tradicionales, pero no tiene su origen en México, si no en Cataluña, España y fueron creados por un italiano, pero son internacionalmente conocidos.

Contrario a lo que se pudiera pensar, los pedos de monja son deliciosos y tienen su origen en España..Créditos: Youtube / Freepik
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Muy probablemente si te ofrecen pedos de monja no se antojarían o podrías preguntar ¿a qué saben?, ¿a qué huelen?, pero contrario a lo que pudieras pensar ha sido catalogado como delicioso y ha conquistado a miles de personas alrededor del mundo.

El origen del nombre llevan a un postre catalán que creó un chef italiano, quien bautizó aquel bizcocho con el nombre de petto di monja; los catalanes pronunciaron petto como pedo y de ahí se les quedó el nombre y hoy en día se ha popularizado en Puebla y Querétaro, por solo mencionar algunos sitios de México donde se pueden encontrar.

Básicamente son un tipo de galletas dulces hechas a base de masa, que son fritas, luego espolvoreadas con azúcar y, en algunos casos, rellenas de chocolate.

¿Cómo llegaron a México?

Una vez que estas galletas arribaron a Querétaro provenientes de España, los habitantes locales desarrollaron su propia receta en la que incluyeron ingredientes como huevo, azúcar, harina, ralladura de limón y cobertura de chocolate, como señala el sitio Cocina Delirante.

Recetas de los pedos de monja

De acuerdo con La cocina en los conventos, la receta española del pan, postre, dulce o galleta conocido sutilmente como "Suspiros de monja":

Ingredientes

  • 250 g de harina
  • 75 g de mantequilla
  • 25 g de azúcar
  • 4 huevos
  • 1 vaso de leche
  • Ralladura de limón
  • Azúcar glas
  • Aceite
  • Sal

Preparación

Pirmeramente pones a hervir la leche junto con la mantequilla, el azúcar, la sal y la ralladura de limón. Cuando rompa el hervor, se retira el limón y se añade la harina, removiendo sin parar. Se deja cocer 20 minutos, sin dejar de revolver para evitar los grumos.

Se retira del fuego, se agregan los huevos, uno a uno, sin parar de batir y no echando el segundo hasta haber incorporado bien el primero. Una vez todo unido, se toman pequeñas porciones —del tamaño de una nuez— y se fríen en una sartén con abundante aceite caliente hasta que están doradas.

Ha de tenerse en cuenta que los suspiros crecen mucho en la sartén y ellos solos dan la vuelta en el aceite. Por último, y ya en su punto, se escurren bien y se pasan a una fuente para espolvorearlos con azúcar glas antes de servirlos.