Durante mucho tiempo pensamos que el plomo era un problema moderno, un legado oscuro de la gasolina, la minería o las pinturas industriales. Pero un nuevo estudio publicado en Science Advances acaba de voltear esa idea de cabeza: los homínidos han estado expuestos a este metal tóxico desde hace más de dos millones de años, y esa exposición podría haber dejado una huella profunda en la evolución del cerebro humano.
Sí, leíste bien: el mismo metal que hoy sabemos que afecta la memoria y el desarrollo infantil, podría haber impulsado —de forma indirecta— la aparición del lenguaje y la inteligencia tal como las conocemos.
Un rastro tóxico en la historia de la evolución
Para llegar a esta conclusión, un grupo de investigadores de Australia y Estados Unidos analizó 51 dientes fósiles de distintas especies de homínidos y grandes simios: desde Australopithecus africanus y Paranthropus robustus, hasta Homo neanderthalensis y Homo sapiens.
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Los dientes, procedentes de África, Asia, Europa y Oceanía, conservaron “huellas químicas” de plomo que se formaron durante la infancia de estos individuos, a medida que se desarrollaba el esmalte dental.
Estas marcas revelan exposiciones repetidas al metal, tanto por fuentes naturales (agua contaminada o cenizas volcánicas), como por procesos internos del cuerpo, que liberaban plomo acumulado en los huesos durante momentos de estrés o enfermedad.
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Según el investigador Renaud Joannes-Boyau, de la Universidad Southern Cross, “los cerebros de nuestros antepasados se desarrollaron bajo la influencia de este metal tóxico”, algo que pudo influir en su comportamiento social y en sus capacidades cognitivas a lo largo de milenios.
Plomo, lenguaje y genética: una conexión sorprendente
El equipo científico fue más allá. Utilizó organoides cerebrales —mini cerebros cultivados en laboratorio— para observar cómo afectaba el plomo a distintos tipos de genética evolutiva.
El hallazgo fue tan fascinante como perturbador:
- Los organoides con genética neandertal eran más vulnerables al plomo, mostrando daños en las áreas del cerebro vinculadas con la comunicación y el comportamiento social.
- En cambio, los organoides con genética humana moderna parecían más resistentes, gracias a una variante genética que protege contra el daño neurológico provocado por el metal.
En palabras del investigador Alysson Muotri, de la Universidad de California en San Diego, este descubrimiento es “un ejemplo de cómo la toxicidad del plomo pudo impulsar cambios genéticos que mejoraron la comunicación y la supervivencia del ser humano”.
