Cédric Villani, catedrático francés ganador de la Medalla Fields en 2010 y un personaje clave para entender las matemáticas del Siglo XXI, visitó la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM, resaltó que en los últimos 18 años “pues más matemáticos que nunca, esta profesión es considerada una de las más rentables del mundo (pero) la cantidad de jóvenes interesados en estudiarla es muy poca, en particular en países con economías emergentes”.
El profesor en la Universidad de Lyon y director del Instituto Henri Poincaré de París, agregó el cambio “más dramático” en las matemáticas “se observa en los algoritmos, los cuales de la mano de la computación se han hecho mucho más complejos; ahí hay mucho por explorar”.
Villani destacó que “hoy hablamos de lo algorítmico como si fuera algo nuevo y no es así, pues hace cuatro mil años los babilónicos grabaron en sus tablillas instrucciones sobre cómo solucionar raíces cuadradas y en realidad eso son los algoritmos: una serie de instrucciones. Lo diferente es que al hacerse tan complejos dieron origen a un nuevo campo del conocimiento: el de la inteligencia artificial (IA)”.
Para Villani, las matemáticas son clave para determinar el rumbo de la humanidad y pocas personas han encarnado esta máxima como lo hizo Alan Turing, “quien no sólo fue el padre de la inteligencia artificial, sino una de las mentes más brillantes del siglo XX”, agregó.
El trabajo de Turing al descifrar mensajes nazis encriptados mediante un código aparentemente impenetrable ayudó a decidir el resultado de la Segunda Mundial, por lo que ni es una exageración decir que ésa fue la primera vez que la historia política del mundo dependió de la rápida solución de un problema algorítmico, expuso.
Tras el éxito obtenido, Turing concluyó que programar era una manera de replicar el funcionamiento del cerebro y esto detonó un interés generalizado por la IA, pero todos aquellos entusiastas que creyeron posible reproducir los procesos cognitivos por esta vía; “rápido se dieron cuenta de que esto nos es posible porque la mente humana es misteriosa, aunque hicieron un hallazgo igual de sorprendente: un algoritmo puede aprender”, apuntó el académico.
“Decimos que algo es inteligente cuando es capaz de adaptarse y mejorar lo ya sabido, es decir, de aprender, y fue en 1950 cuando Claude Shannon demostró que esto es posible al crear un ratón electrónico llamado Teseo que, como el héroe griego del mismo nombre, era colocado en un laberinto, sólo qué el no necesitaba hilos de Ariadna ni de minotauros para salir, sino que lo hacía tras haber encontrado, después de muchos intentos fallidos, la ruta adecuada”.
En palabras de Villani, justo en esto radica el quid y futuro de la inteligencia artificial: en aprender a través de la experiencia, y en hacerlo de la manera más rápida y lo mejor posible, al grado de que muchos expertos en IA prefieren ser llamados especialistas en machine learning (aprendizaje de máquinas) y concentran sus esfuerzos y baterías en atacar este flanco.
Actualmente Cédric Villani es diputado por el 5to distrito del departamento Essonne y hace dos meses (el 28 de marzo) presentó ante el gobierno francés el reporte “Dar un sentido a la inteligencia artificial” (Donner un sens à l’intelligence artificielle), en el que expone una estrategia integral no sólo para hacer de Francia una potencia en AI, sino de crear cimientos éticos alrededor del tema.
“La mayoría sólo ve el lado brillante del asunto y pocas personas, como Cathy O’Neil, nos señalan lo negativo. Ella, en su libro Weapons of Math Destruction, advierte cómo ciertos algoritmos estuvieron involucrados en la crisis financiera de 2008, la cual impactó en todo el mundo, y da cuenta de otros casos donde estos causaron un gran daño debido a una ética pobre, torpeza y falta de competencia.
“Hoy las matemáticas tienen un gran poder y, como se ha sabido desde siempre, éste puede ser usado para el bien o el mal”, enfatizó.
Por ello, en su reporte ante el gobierno de Francia, Villani aboga no sólo por crear un Comité de Ética de las Tecnologías Numéricas, sino por la impartición de clases de ética en las escuelas de ingeniería y en las carreras universitarias de matemáticas, pues jamás se ha contemplado en los planes de estudios que los profesionistas del futuro requieran este tipo de formación.