Relacionado con mitos y rituales, el equinoccio de primavera que se registró este 20 de marzo, a las 10:15 horas, se refiere al evento astronómico donde el día y la noche duran exactamente el mismo tiempo.
El término equinoccio proviene de los vocablos griegos “euqus”, que significa igual, y “nox”, que significa noche. Sucede dos veces al año: el de primavera, cuando el Sol forma un eje perpendicular con el Ecuador de norte a sur, y el de otoño, al encontrarse de nuevo con el Ecuador de sur a norte.
En el calendario mesoamericano, el equinoccio de primavera era más que un cambio de estación; pero para los mayas este evento astronómico significaba la planeación de la siembra.
“Lo relacionaban con el renacimiento porque marcaba el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza; mientras que el de otoño indicaba el momento de la cosecha”, explicó Ernesto Vargas Pacheco, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Este fenómeno ha tenido gran importancia para diferentes culturas en todos los tiempos y áreas de conocimiento y a su vez, ha propiciado la creación de mitos y rituales.
Las culturas antiguas del viejo y nuevo mundo observaron de manera detenida y durante generaciones, los fenómenos naturales, entre ellos los astronómicos, llevando un registro muy puntual de las alineaciones en determinados astros, en especial la Luna, el Sol, Venus, reconociendo numerosas constelaciones, eclipses, entre otros.
Debido a esto, establecieron calendarios que les llevaría a tener un registro de los que consideraban acontecimientos importantes.
Por tanto, hoy en día las personas acuden los días 20 y 21 de marzo a las diversas zonas arqueológicas del país, como: Teotihuacán y Tenango del aire, en el Estado de México; Tula, Hidalgo; Chichén Itza, Yucatán, y el Tajín, en Veracruz, entre otras, para cargarse de energía y tener buena suerte.