El uso de plantas ha contribuido a generar fármacos para combatir la malaria –que en 2015 afectó en México a 656 personas– como la combinación de primaquina y cloroquina, medicamentos basados en la artemisia annua, conocida como ajenjo, afirmó la doctora Perla Yolanda López Camacho, de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Dicha enfermedad parasitaria continúa siendo la más mortífera en el ámbito internacional y está aún presente en 106 países, con 214 millones de casos, de los cuales cada año 438 mil resultan mortales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para millones de personas el uso de especies medicinales constituye la única fuente de atención sanitaria, por lo que su utilización no sólo es vigente sino también creciente, refirió la académica del Departamento de Ciencias Naturales.
Desde hace varios años, las unidades Iztapalapa y Cuajimalpa de la UAM, junto con la Escuela Superior de Medicina del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Facultad de Medicina y el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) han aportado avances significativos al estudio de fitofármacos que podrían mejorar e incluso crear nuevos medicamentos.
Este tipo de estudios biodirigidos permite conocer la estructura química de una molécula sobre la cual pueden trabajarse modificaciones celulares para mejorar alguna propiedad o disminuir algún efecto adverso.
El Palo copache, copalchi o copalquín, por ejemplo, es una planta que desde tiempos ancestrales se usa en Centro y Sudamérica para eliminar malestares estomacales, pero gracias a los trabajos de investigación conjunta se ha logrado descubrir su aplicación farmacológica para reducir los niveles de azúcar en la sangre de personas diabéticas.
Los tratados de medicina más antiguos –dijo– no hacen mención sobre el uso de productos marinos, a excepción de algunas algas y lodos marinos al alcance de la gente, pero recientemente el interés ha crecido debido a que la tecnología permite que el ser humano descienda a mayores profundidades, por lo que ha sido posible obtener compuestos químicos diferentes a los de la tierra, cuya cualidad es resistir grandes presiones atmosféricas.
Las estrategias de supervivencia, defensa, ataque y comunicación entre organismos marinos componen un arsenal de metabolitos secundarios que podrían ser utilizados por la terapéutica, tal es el caso de la trabectedina, una sustancia empleada en tratamientos de quimioterapia, en estadios avanzados del sarcoma de tejidos blandos y contra el cáncer de ovario, el cual es sustraído de la guanina, un invertebrado que habita en el Mar Caribe.
La doctora en ciencias por el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del IPN afirmó que la química analítica ha generado mejores técnicas de caracterización que permiten obtener resultados más rápidos y eficientes, y gracias al amplio conocimiento en procesos moleculares y reacciones bioquímicas es posible identificar dianas farmacológicas –lugares donde reaccionan los fármacos– lo que conduce a crear medicamentos más específicos.
Las técnicas de cribado automático son baterías en las que se tienen las principales dianas farmacológicas a las que es agregado algún componente químico o natural y se evalúa en cuáles podría funcionar la combinación de fármacos de manera más rápida y fácil.
Además de las investigaciones para combatir la malaria, López Camacho –de manera conjunta con las doctoras Elisa Vega Ávila y Leticia Pacheco Mota, investigadoras de la Unidad Iztapalapa– ha obtenido novedosos resultados sobre el uso medicinal de plantas como el helecho, la siguaraya o la calea.