El pan de muerto es uno de los símbolos más representativos del Día de Muertos, una tradición que celebra la memoria de quienes ya han partido. El 1 y 2 de noviembre, las familias se reúnen para recordar a sus seres queridos, compartir esta costumbre y levantar juntos altares que honran su memoria.
Dentro de la ofrenda, el pan de muerto es un elemento central. Pero, a pesar de su importancia, muchos no saben que su origen se remonta a la época de la Conquista española, en una fusión que aún integra símbolos prehispánicos.
¿Cuál es el origen del pan de muerto?
Antes del pan de muerto tal como lo conocemos hoy, las ofrendas que honraban a los muertos no incluían los bollos adornados con ajonjolí o azahar. En su lugar se utilizaban alimentos tradicionales de los pueblos prehispánicos, como tortillas en forma de mariposa o ídolos de masa, elaborados para los rituales
Antes de que los españoles llegaran a México, los pueblos mesoamericanos ya contaban con sus propios panes y figuras rituales que formaban parte de sus ceremonias religiosas. De acuerdo con el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), elaboraban figuras comestibles hechas de amaranto que representaban elementos simbólicos. Estas piezas se pintaban y colocaban en ofrendas dedicadas a las deidades.
¿Cómo influyó la Conquista en la evolución del pan en México?
Los españoles desembarcaron trayendo consigo un alimento básico en Europa desde hace mucho tiempo: el trigo. Al comienzo no lo llevaban para cultivar de manera masiva, pero no tardaron en comenzar a cultivarlo para hornear pan en el nuevo territorio.
Una de las cosas que más impactaron a los conquistadores fueron los sacrificios humanos de los pueblos mesoamericanos; a partir de ello dieron forma a un pan de trigo con azúcar teñida de rojo que representaba la sangre y el corazón de las víctimas, creando un nuevo modelo de las ofrendas prehispánicas, combinando el simbolismo de la cultura local con los ingredientes y técnicas traídas por los europeos.
En España se acostumbraba preparar panes especiales para los difuntos, durante el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, y el Día de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre. Esta tradición se mezcló con las costumbres mesoamericanas en la Nueva España, por lo que básicamente el pan de muerto combina elementos de ambas culturas.
De esta forma, la concepción de los pueblos locales de alimentar a los muertos se fusionó con la práctica católica de brindar panes bendecidos, dando origen a un encuentro cultural que, con el paso del tiempo, se ha ido transformando en la tradición del pan de muerto que conocemos hoy.
