A lo largo de la historia, el 29 de febrero ha estado rodeado costumbres en diversas partes del mundo, pero destaca una que brinda la oportunidad a las mujeres de pedir matrimonio.
¿Dónde nació esta tradición?
Según la leyenda, la tradición comenzó en Irlanda durante el siglo V cuando Santa Brígida de Kildare, una monja irlandesa, le pidió a San Patricio, el santo patrón de Irlanda, que otorgara a las mujeres el permiso de proponer matrimonio a un hombre después de haber escuchado a varias mujeres quejarse de que sus parejas eran “demasiado tímidos” o que se tardaban demasiado tiempo para desposarlas.
San Patricio aceptó y le dio permiso a las mujeres para proponer matrimonio cada año bisiesto.
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La historia popular dice que en ese momento Santa Brígida se arrodilló y le pidió a San Patricio que se casara con ella, pero él dijo que no. Ante su negativa, le dio un beso en la mejilla y le regaló un hermoso vestido de seda para minimizar la penosa situación.
Así sucedieron los hechos
En 1288, la reina Margarita de Escocia aprobó una ley que permitía a las mujeres proponer matrimonio a los hombres en un año bisiesto, sin embargo, tenían que usar una falda roja para indicar su intención de propuesta.
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Si el hombre rechazaba la propuesta, tendría que pagar una multa, que podría ir desde un beso hasta un vestido de seda, (detalle relacionado con Santa Brígida) y un par de guantes, que se supone, es para ocultar la vergüenza de no traer un anillo en sus manos.
Cabe destacar que según historiadores los tiempos y edades de los personajes no coindiden con el relato, pero ante el folklor popular, esa es la versión que más se ha popularizado.
Con el paso del tiempo, esta costumbre se ha extendido por toda Europa y parte de América, incluso en Estados Unidos existe una conocida película que relata la historia donde una chica se da a la tarea de pedirle matrimonio a su novio en año bisiesto.