VALENTINA ATTOLINI

Carnadas de peces, gruñidos y una flor que apesta: el trabajo de Valentina Attolini

Los 24 estados nocturnos que componen esta serie parecieran distintos sueños conjugados en uno solo.
Los 24 estados nocturnos que componen esta serie parecieran distintos sueños conjugados en uno solo.Créditos: Lucrecia Arcos Alcaraz
Por
Escrito en TENDENCIAS el

La obra de Valentina Attolini sucede donde los aullidos nocturnos, los objetos y los seres del cotidiano se transforman en quimeras en el tiempo de la ensoñación. Su trabajo más reciente, Sonámbulos: los párpados lloran (2024), surge inicialmente de un deseo de plasmar paisajes interiores que, ante la duda y el obstáculo, buscaron respuestas en paisajes oníricos, en los sueños. El insomnio, como el sonambulismo, aunque refieren a estados más cercanos a la vigilia por el movimiento corporal, pertenecen aún al territorio y a la temporalidad del sueño: horas carnívoras que se abren con fauces de par en par y que son todo, salvo remanso para el sosiego. 

Las 24 piezas que constituyen esta serie son el resultado de seis semanas en Solos, un espacio de residencias artísticas a cargo de la artista Daniela Terroba, al sur de la Ciudad de México. Este tiempo de residencia no sólo derivó en una serie extensa de obra sino que cuatro de estas piezas fueron expuestas durante el mes de septiembre en Espacio Unión, en la colonia Escandón.

Cuando el trabajo de Attolini se ha caracterizado principalmente por el uso de óleo y acrílico, los párpados que lloran se componen por monotipias que permiten la alteración del orden de las cosas a través del accidente y nos recuerdan al desordenamiento de los sentidos de Arthur Rimbaud. En la trayectoria de la artista, la monotipia es distinta al trabajo anterior porque la catástrofe se vuelve un escenario factible y son posibles todas las formas de sufrimiento, locura y amor. Cada pieza es un estado nocturno porque afloran elementos de la pesadilla, de la noche, y, a la vez, de lo galáctico: es la leche de los sueños.

El trabajo de Valentina es la atención a un llanto que no es común, porque cuando los párpados –y no los ojos– lloran, se presta una particular atención a lo que está detrás, es decir, a la eversión de lo habitual, al paroxismo del rosa y a las venas diminutas que son perceptibles sólo cuando se quieren ver: es el agua de la carne. “En la nieve, los lagrimales son rosas cuando se llora”, dice Raúl Zurita, quien ha sabido observar la grandeza del detalle y honrar el dolor glorioso del desierto, y cuyos versos acompañaron a la autora durante la residencia y fueron además incorporados en su obra, en eco e imagen. Mirar hacia dentro, porque cuando los párpados se cierran se abre la puerta a los sueños.

Las piezas de Valentina son habitadas por carnadas que caen del cielo, torbellinos de peces que se agitan bajo el mar, el violento amor inconcluso, una cama (¿de quien sueña?), un hoyo en el jardín y, semejante al bramido del mar, un gruñido nocturno, ávido e insaciable de sueños, que se atraganta y se sofoca, llora y no puede gritar. Una flor que podría ser una estrella de mar que, en la cumbre de su belleza, hiede y hechiza al insecto emblema de la putrefacción: la mosca.

Los 24 estados nocturnos que componen esta serie parecieran distintos sueños conjugados en uno solo, donde quien observa corre el riesgo de caer en lugares indeseados, ser engullido por un ser informe o acaraciado internamente por serpientes. Sin embargo, desaparece el miedo. Las referencias a la literatura no son inmediatas, como cuando un sueño no es evidente, y sin embargo estos paisajes carnosos, marítimos, lechosos y calcáreos están repletos de ellas. Vuelve el ya mencionado Raúl Zurita, y, por todas partes, aparece Marguerite Duras. Y a modo de Rimbaud, en la búsqueda de agotar todos los venenos, una serpiente nos penetra el cuerpo y después del miedo y del placer nos abre los ojos para despertar. Sonámbulos cristaliza los rincones y flujos del goce que se aviva cuando cerramos los ojos por la noche, vuelve a un lugar que todxs conocemos porque el estado del sueño es una especie de prehistoria.