Para entender este padecimiento es importante establecer que la migraña es un trastorno neurológico recurrente que se caracteriza por episodios de dolor de cabeza fuertes que pueden ir acompañados de otros síntomas.
Estos episodios pueden durar desde algunas horas hasta varios días y a menudo son lo suficientemente intensos como para interferir con las actividades diarias.
A lo largo de los años este trastorno ha sido objeto de numerosos mitos y malentendidos, a continuación analizaremos las creencias sobre la migraña.
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Mito 1: "Es solo un dolor de cabeza fuerte"
Realidad: El dolor en sí mismo es pulsátil y, a menudo, se experimenta en un lado de la cabeza. Sin embargo, la migraña también involucra una serie de síntomas adicionales que pueden variar entre las personas.
Aura: Alrededor del 25% de las personas con migraña experimentan "aura" antes del dolor de cabeza. Esto puede manifestarse como cambios visuales, como destellos de luz o líneas onduladas, síntomas sensoriales o incluso dificultades en el habla.
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Náuseas y Vómitos: Muchas personas con migraña experimentan malestar estomacal, náuseas y, en algunos casos, vómitos durante un episodio.
Sensibilidad a la Luz y al Sonido: La exposición a luces brillantes o sonidos fuertes puede empeorar los síntomas.
Mito 2: "Solo afecta a ciertos grupos demográficos"
Realidad: La migraña no discrimina en función de la edad, género o historial médico. Aunque es más común en mujeres, puede afectar a personas de todas las edades y géneros. Es una afección prevalente a nivel mundial y subdiagnosticada en muchos casos.
Mito 3: "La migraña es causada por el estrés únicamente"
Realidad: Aunque el estrés puede ser un desencadenante de migrañas para algunas personas, existen múltiples factores desencadenantes. Estos pueden incluir cambios hormonales, alimentos (como el chocolate, el queso y el alcohol), falta de sueño, factores genéticos, luces brillantes, olores fuertes y más.
Entender que la migraña es un fenómeno más complejo que un simple dolor de cabeza permite a las personas afectadas buscar un tratamiento y apoyo más adecuado.
Mantener un estilo de vida saludable que incluya una dieta equilibrada, ejercicio regular y suficiente descanso, puede contribuir a reducir la frecuencia de los ataques; también ayuda poner en práctica diversas técnicas de relajación como la meditación y la respiración profunda.