El diseñador brasileño Carlos Augusto Man\u00e7o nació dos décadas antes de la llegada de la televisión a Brasil. Ahora, a los 92 años, ha aprendido a manejar el ordenador, asiste a clases virtuales y mantiene vivo el sueño de graduarse en una universidad en tiempos pandémicos.
Tras servir en el Ejército y trabajar por más de 35 años como diseñador de proyectos en un hospital de Ribeirao Preto, en el interior de Sao Paulo, Man\u00e7o se inspiró en sus nietos y decidió ingresar en un curso universitario de Arquitectura y Urbanismo en 2018, al cumplir los 90 años.
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“Siempre tuve ganas de tener un diploma universitario, entonces decidí arriesgar y aventurarme. Decidí intentar, pues mi nieto hizo ese curso y yo dije ‘también voy a hacerlo'”, contó el anciano, quien se vio obligado a postergar su sueño durante décadas debido a la humilde condición de su familia cuando estaba en la juventud.
Actualmente en la mitad de la carrera y después de haber dejado atrás diversos obstáculos, el abuelo se cruzó ahora con la pandemia del coronavirus, que obligó a escuelas y universidades de todo el país a migrar al ámbito virtual debido al avance de la COVID-19, que ya deja más de 106 mil muertos en Brasil.
Pese a las dificultades para escuchar, teclear y la falta de familiaridad con el ordenador y otros aparatos tecnológicos, Man\u00e7o no se desanima y se reinventa día tras día en búsqueda de realizar el sueño de convertirse en arquitecto.
Padre de dos hijos, abuelo de ocho nietos y bisabuelo de cuatro, el anciano reconoce que el volumen de deberes y actividades demandado por los profesores puede ser “abrumador”, pero asegura que la voluntad de estudiar “es mayor”.
“Sólo con los ejercicios del curso ya gasto prácticamente la mitad del día”, sostiene.
UNIVERSIDAD EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO
Nacido y residente en Ribeirao Preto, el futuro arquitecto dejó atrás temporalmente su ciudad natal para cumplir la cuarentena al lado de la familia en la bucólica Sierra da Canastra, en el estado de Minas Gerais.
Pero Man\u00e7o no se deja distraer por las montañas que adornan la vista que se dibuja desde su ventana y, así como solía hacer en las clases presenciales, mantiene una estricta rutina de estudios y ya es reconocidamente un alumno ejemplar.
Durante el periodo de aislamiento social, la nieta Isabella le ayuda con la tecnología, a acceder a los programas y planificar la agenda.
“Miramos los horarios de las clases y vamos organizando juntos el calendario. Poco a poco le voy enseñando cómo se manejar, acceder a las salas virtuales, y a veces dejo unas chuletas para él”, dice Isabella.
Pero Man\u00e7o revela que, cuando cree que es necesario estudiar más a fondo alguna asignatura específica, recurre a los libros y a las maneras tradicionales de aprender.
“Tengo también una preocupación mayor de leer, estudiar y profundizar las asignaturas que serán importantes para mi profesión futura de arquitecto”. Es “una rutina un poco pesada, fatigosa, porque te toma todo el día”, puntúa.
Si bien se dice totalmente “adaptado” al cotidiano virtual, el futuro arquitecto lamenta la ausencia de hacer vida social en el ambiente universitario.
“Echo de menos encontrar a los colegas, los profesores, ir a la universidad. Y también quedar para hacer los trabajos y visitas técnicas”, aclara.
Para cuando se pueda retomar la normalidad, Man\u00e7o planea hacer unas prácticas y dedicarse a la proyección de construcciones y obras de hospitales, lo cual anhela hace décadas y que sueña con poder concretar en breve.
En su casi un siglo de vida, este abuelito ya vio pasar la II Guerra Mundial, la Guerra Fría, incontables crisis financieras y, ahora, la peor pandemia de los últimos cien años. Por eso, lo tiene bastante claro: “Hay que mantener la mente funcionando y recordar que eso también va a pasar”.