Las playas, parceladas o no, son uno de los pocos lugares donde se puede tener la ilusión de que este verano es como cualquier otro. Pero hay que seguir tomando precauciones para evitar contagios.
¿Dónde acecha la Covid-19?
"El contagio puede producirse en la playa, pero no por el agua ni la arena", subraya el secretario de la Sociedad Española de Epidemiología, Federico Arribas.
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El peligro está en zonas de baño concurridas y en los objetos de uso común.
Las principales vías de transmisión del virus incluyen el contacto directo con personas infectadas a través de gotas respiratorias y el contacto indirecto con superficies o con objetos utilizados por el portador de Covid-19, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Entre personas, el virus se transmite a través de las gotitas que se emiten al toser, hablar o respirar por parte de una persona infectada y que, por su tamaño y peso, están presentes en aerosoles a distancias cortas y medias.
En este sentido, el principal peligro se encuentra en las aglomeraciones durante el baño o en los arenales, ya que muchas playas no han sido parceladas ni usan cuerdas para delimitar espacios que respeten la distancia de seguridad entre los usuarios.
En las playas con una afluencia importante de bañistas se debe controlar el aforo para garantizar la distancia entre tumbonas y sombrillas, en espacios de unos 4 metros cuadrados, de acuerdo con las recomendaciones de Sanidad.
Pero las gotículas infectadas pueden viajar (según la OMS, su peso hace que caigan al recorrer un metro de distancia, aunque en aerosoles pueden alcanzar los dos metros, como asegura una carta firmada por más de 200 científicos con advertencias sobre la transmisión aérea del virus) y tienden a depositarse sobre las superficies cercanas.
El SARS-CoV2 persiste durante días en materiales utilizados habitualmente en el mobiliario playero como plásticos o acero, por lo que es necesario desinfectar a diario duchas, lavapiés, papeleras y pasarelas de madera, apunta Sanidad.
Y bañarse en el mar, ¿es peligroso?
La sal del agua desactiva el patógeno, un efecto que se incrementa con la acción conjunta de la radiación solar y la temperatura que puede alcanzar la arena.
Así que la clave, dentro y fuera del agua, es respetar siempre las distancias de seguridad. Más todavía en playas con viento fuerte, donde se aconseja una separación superior a los 2 metros.