Lejos del aterrador aspecto con el que se suele retratar a ese gran depredador prehist\órico, el peque\ño tiranosaurio, nacido de la mano de la animaci\ón, se ve como una criatura fr\ágil del tama\ño de un pavo y cubierta de peque\ñas plumas.
Los expertos del museo creen que los T. rex beb\és pudieron haber estado cubiertos de plumas en algunas partes de su cuerpo, como por ejemplo en la zona alrededor del cuello, logrando as\í mantenerse a salvo del fr\ío y fuera de la vista de otros carn\ívoros.
Y a pesar de que hace unos a\ños se descubri\ó a un antepasado de esa especie cuyo cuerpo estaba cubierto de plumas, hasta ahora los f\ósiles de tiranosaurios no aportaron pr\ácticamente ninguna evidencia a favor de que este \último tambi\én tuviera plumaje.
Si bien esta apariencia del beb\é T. rex resulta, al menos por el momento, imposible de comprobar de manera fehaciente, la reconstrucci\ón de los paleont\ólogos no deja de apuntar al v\ínculo de este animal extinto con sus parientes vivos m\ás cercanos: las gallinas y los avestruces, cuyos polluelos est\án cubiertos de un plumaje sumamente semejante.