Más allá de la amenaza nuclear, el régimen de Pyongyang dispone de otra ‘arma‘ para ‘invadir‘ a su vecino del sur durante los Juegos Olímpicos de Invierno: un ‘ejército de porristas‘ que con su belleza y coreografías se convierten en un atractivo medio de promoción de Corea del Norte.
La propia esposa del líder norcoreano Kim Jong-Un, Ri Sol-Ju, formó parte del grupo de ‘cheerleaders’ que participó en 2005 en el Campeonato de Asia de Atletismo en Incheon.
Este grupo de jóvenes animadoras, que rondan la veintena, está listo para su cuarto viaje a Corea del Sur después de que Pyongyang haya decidido esta semana enviar una delegación el próximo mes a los Juegos Olímpicos de Pyeongchang, a apenas 80 kilómetros de la Zona Desmilitarizada que divide la península coreana en dos.
El Norte y el Sur están completamente separados desde el final de la Guerra de Corea en 1953, sin que existan líneas telefónicas directas o postales entre los dos países.
Las porristas hicieron su primera aparición en 2002 en los Juegos Asiáticos celebrados en Busan, acaparando las portadas cuando 300 chicas vestidas con coloridos ‘hanboks’, el tradicional traje coreano, desembarcaron en un ferry agitando la bandera de la unificación, la silueta en azul celeste de la península coreana sobre un fondo blanco.
Según la prensa, la delegación norcoreana que se envíe a los Juegos de Invierno del 9 al 25 de febrero, estará alojada en un barco amarrado en Sokcho con el fin de facilitar su control por parte de las autoridades.
An Chan-Il, un desertor que ahora es investigador en el Instituto Mundial de Estudios de Corea del Norte, asegura que las animadoras son escogidas por el régimen en base a unos rigurosos criterios.
“Deben superar los 163 centímetros de altura y proceder de buenas familias”, dice An. “Aquellas que tocan un instrumento proceden de una orquesta y muchas otras son estudiantes de la elitista Universidad Kim Il-Sung”.