La tormenta llega al Caribe, azota las islas con agua y viento. Tumba casas y arranca árboles; limpia el azote de los conquistadores. Pero jamás destruye a su gente, con voluntad de montaña y flexibilidad de agua. Los caídos por la naturaleza se quedan ahí, con ellos, en el retumbe de tambores y las voces de su legado. Viven en la música, en el sudor del que baila, en el vapor de los cuerpos y en la felicidad contagiosa que empapa el mundo.
Rauw Alejandro presenta “Cosa Nuestra: Capítulo 0”, una precuela de su álbum anterior del mismo nombre. Rauw juega con la música del Caribe, no sólo de Puerto Rico; experimenta con los sonidos que lo criaron e inspiraron a lo largo de su carrera; abraza sus raíces para imaginar una nueva forma de revitalizar los ritmos de su isla querida.
En “Caribeño”, Rauw y el dominicano Saso integran sus raps con la bomba de los tambores. Declaran su manifiesto mestizo desde las nubes oscuras; son la tormenta que destruye y construye sobre la tierra, el océano y el viento; son “el tambor de África y el filo de Castilla”. Cargan en sus hombros una lucha ancestral de esclavos y opresores, pero que se olvida con el baile. Ni el látigo ni la tormenta eliminarán la alegría de la rumba y el son.
El boom de “GuabanSexxx” calienta la gente bajo la oscuridad del apagón. La sensualidad es parte vital de la música del Caribe. Los cuerpos se bambolean sincronizados; crean una conexión íntima de comunidad; son palmeras que se balancean al son del brisa que forman una misma playa. No hay pudor, la piel brilla con la misma candela.
Hierven sangre y placer. En “CONTRABANDO”, Rauw recluta a las leyendas Wisin y Ñengo Flow para sellar con denominación de origen al ritmo que tomó por asalto al mundo. Las síncopas afroantillanas han evolucionado desde el éxtasis espiritual de los rituales africanos, al boom del reggaetón. Al igual que sus antecesores, fue considerado impúdico y transgresor, pero su impacto es irresistible a las buenas formas.
Al igual que su amigo Bad Bunny, Rauw recurre a la salsa, tanto para homenajear sus orígenes, como para acercar a las nuevas generaciones latinas y del mundo al género inmortal del salón. Rauw aporta un grano de arena a la playa eterna de los clásicos del género, con “Callejón de los Secretos”, su propio drama de sexo y desamor, al lado de Mon Laferte. La salsa jamás morirá porque su misma composición es mestiza por naturaleza; es tan abierta a la experimentación y actualización como el jazz.
“Mirando Al Cielo” Rauw pide por su hogar, la Isla del Encanto. Le da gracias a Dios por darle vida en una tierra tan bella y reza por su futuro, uno sin invasores ni tristezas. Le rinde homenaje al canto de “Aguanile”, al agua que le quitó la sed, al agua que lo hizo huracán, al agua que lo protege, lo bendice, lo limpia y llena de vida. El hogar prevalece, con o sin sus hijos cerca; vive con la fuerza del recuerdo y el canto.
