Este sábado, como hace casi cinco décadas y como hace más de 20 años, Paseo de la Reforma, avenida Juárez hasta el zócalo será el sendero por donde más de 150 mil personas de la diversidad sexo-genérica habremos de caminar, bailar sobre plataformas, ondear banderas arcoíris desde carros alegóricos patrocinados por marcas de empresas que lavan su imagen a fuerza de comprar un espacio en la Marcha LGBTIQAP+; porque es políticamente correcto hacerse pasar por empresas con sentido social y responsablemente incluyentes, aunque al llegar el día lunes los pendones alusivos, los empaques de sus productos alusivos al tema de diversidad se mezclen con la basura que deja esta fiesta-marcha-carnaval, expresión masiva. Y todo vuelva a la normalidad patriarcal de la exclusión, discriminación, invisibilidad y rechazo a lo diferente.
De los muchos espacios, temas, agendas y retos por hacer de México un país de Derechos, la discriminación laboral es uno de estos actos y prácticas sistémicas donde aún se condiciona, limita o es inequitativo el acceso al empleo para personas LGBT+. Así nos lo advierte, el análisis de la Comisión de Salarios Mínimos (conasime) que indican que el 39% de las personas trans tienen más posibilidades que se les niegue un empleo, incluso que ni siquiera logran el filtro de una entrevista, su CV es descartado sólo con la foto o la descripción de su identidad de género.
Otros de los sesgos y obstáculos que presenta unx candidatx al lograr pasar el primer filtro del CV, es la apariencia donde existen claros actos de discriminación por el aspecto por la afirmación sexogenérica, como lo indica la encuesta Tendencias de Talento 2025, donde se reportan resultados interesantes de las personas entrevistadas quienes más del 45% confirman haber recibido un trato injusto y discriminación por parte de los reclutadore.
Puede ser que quienes logran sortear el obstáculo de la entrevista, viene la discriminación salarial; ya que se ha comprobado que una persona con apariencia heteronormada (no necesariamente heterosexual) adquiere mejor sueldo en el mismo cargo y funciones que una persona que no lo es o su expresión de identidad sexual es diversa.
Estas prácticas de exclusión silenciosa, sistémica y de la cultura organizacional de muchas empresas y firmas internacionales en nuestro país, promueven, fomentan y normalizan prácticas discriminatorias que se vuelven enormes desafíos para la inclusión, desarrollo, crecimiento de las personas lgbt económicamente activas, pero que la cultura social de violencia laboral crea un techo de cristal para lograr mejorar la calidad de vida de las personas, más allá de una identidad, conducta y expresión de la sexualidad y género.
Muchas de las prácticas laborales de exclusión son de empresas que mañana han colocado pendones alusivos en las fachadas de sus edificios corporativos, tienen un contingente que desfilarán sobre Paseo de la Reforma o más cínica e hipócritamente patrocinarán un carro alegórico para cumplir con el compromiso estatutario de ser empresa socialmente responsable (sic).
La homofobia institucional, corporativa y laboral nos cuesta mucho dinero en el desarrollo de las sociedades y el país y en las personas, limita, restringe o coapta el bienestar de un individuo y de los Derechos Humanos que son inegociables e irrenunciables.
Ojalá que la hipócrita y perversa inclusión empresarial y laboral cada vez se caigan sus máscaras y la conquista de la diversidad laboral no sea un pendón arcoíris sino una realidad.
Abramos la discusión: @salmazan71
