Las grandes ciudades enfrentan, entre muchos retos de planeación urbana, los sistemas de movilidad que permitan conectar, trasladar, incluir, vincular desplazar y promover las estancias de los habitantes, visitantes y turistas de forma eficiente, segura y productiva. El caso de la Ciudad de México, es particularmente interesante en esta materia por su densidad demográfica, la geografía donde se ubica y el tamaño urbano que la integra; por ello, hablar de movilidad, transporte, traslados, tránsito vehicular, contaminación y desigualdad en el acceso son parte de lo que debe contemplarse al pensar y diseñar programas metropolitanos.
Es probable que la generación nacida a principios del siglo XXI no recuerde y menos aún le haya tocado vivir el caos vial, visual y de movilidad que era transitar por la avenida de los Insurgentes, los camiones de pasajeros, las llamadas “combis y peseros” generaban serios problemas viales debido que no había orden -a pesar de estar indicados los puntos de ascenso y descenso del pasaje– para abordar o bajar del transporte público. Paraban en segundo carril, rebasaban los límites de velocidad, eran camiones sin regulación de contaminantes, etc., etc. Los usuarios habíamos crecido con la ley de Herodes como ciudadanos en las calles, sin civismo vial, en selva de asfalto por ganarle al checador de las oficinas por ello, irrumpíamos el orden urbano, el ritual del caos era el leitmotiv para habitar las calles en las llamadas horas pico.
A partir de la incorporación de México al Word Resources Institute (WRI), se comenzaron a implementar estudios sobre movilidad, medio ambiente y desarrollo social que han derivado en varias de las acciones urbanas que hoy son parte del programa metropolitano de diseño sustentable, integral, resiliente y moderno en nuestra ciudad de México y otras metrópolis del país. Ejemplos son el Metrobús, el cablebús, el proyecto Chapultepec y la vivienda social.
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Los ciudadanos de a pie, no sabemos de lo que ocurre en materia de Planeación urbana de la ciudad de México, de los programas y estudios nacionales, internacionales, locales y sociales en los que las políticas públicas y organismos participan para analizar, modificar, implementar o crear proyectos que mejoren la calidad del aire, del transporte, de la vivienda, de la seguridad y medio ambiente. Uno de estos programas exitosos ha sido el Metrobús que está cumpliendo dos décadas de ser el personaje de la avenida Insurgentes, desde junio de 2005, cuyo objetivo ha sido cambiar la cultura, la forma y medio de transporte colectivo en la ciudad bajo un básico y emergente principio: un transporte sostenible.
Este principio de sostenibilidad se debe comprender como mejorara la calidad del aire y la vida de millones de ciudadanos, al ser más eficiente, seguro, rápido, limpio, económico e inclusivo, con respecto al viejo sistema colectivo de transporte que ya resultaba obsoleto para la ciudad de México. Aún recuerdo las voces de resistencia que en aquel 2005 en que se presentó el proyecto se resistían a modificar la fisonomía de la icónica avenida Insurgentes y más tarde de Paseo de la Reforma, que incluso advertían que su presencia sería el símil de un muro como en Berlín que separaría a los ciudadanos.
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El día de hoy, 20 años más tarde de su presencia cotidiana en el escenario urbano de la ciudad de México, el Metrobús traslada diariamente a 1.8 millones de usuarios entre sus 283 estaciones que cubren una longitud de 125 kilómetros y es el segundo medio de transporte más utilizado, después del Metro y la percepción de la gente es que se trata del sistema de movilidad colectivo más seguro. Y es preciso quizá, algunos ajustes en su estrategia de integración e inclusión pública, pero ha sido de los programas de gobierno sobre urbanidad más exitosos del presente siglo. ¿Cuál es tu experiencia con el Metrobús?