OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

Almudena

Hoy se estrena en los cines de España el documental 'Almudena', dirigido por Azucena Rodríguez, su mejor amiga, que alcanzó a grabarla un solo día, sin sospechar lo que venía.

La escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960) posa para la Agencia Efe.
La escritora Almudena Grandes (Madrid, 1960) posa para la Agencia Efe.Créditos: EFE
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Allá en los años sesenta. Tuvo un abuelo cercano que le leía, que la escuchaba, que la adoraba. Ella creía que eso era normal, con el tiempo descubriría que no, que era un raro tesoro. Así pasa. Él le regaló La Odisea en versión infantil cuando pequeña, sin saber, o quién sabe, que en realidad le abría tremenda puerta.

Fue, ella lo dice, una niña grandota, morena y peluda, nunca elegida como angelito de la pastorela en sus años de escuela. Pero, se pregunta ella, ¿qué puede eso importar, cuando a punta de lápiz y cabeza se es capaz de conquistar un planeta o viajar al centro de la tierra?

Tocó el cielo a los 28 con Las edades de Lulú, novela erótica que luego filmaría Bigas Luna. Se preguntó entonces si prefería ser escritora o famosa. Eligió lo primero y terminó siendo ambas.

Supo rescatar la memoria para reflejar la vida de una patria en guerra eterna, un intento de venganza ante lo injusto, dando voz a los vencidos, a los fusilados, a los del exilio. Unas catorce novelas, siempre bajo el sello de Tusquets.

Lo dejó todo para vivir una historia de amor o cuento de hadas con el gran poeta Luis García Montero. Escribían juntos, aunque sin verse, en mesas separadas a unos metros de distancia, preguntándose sinónimos en voz alta. Discrepaban, eso sí, en pasiones futboleras.

Cuentan que era una excelente cocinera. Que un día de su cumpleaños, Sabina le llevó a su casa a García Márquez a modo de regalo. Que él iba informando por el móvil su avance en la ruta madrileña para que lo recibieran como se merece un Nobel. Que cuando le avisaron a “la rubia” -como la llamaba el ácido flaco- que habían llegado, ella contestó con su vozarrón: pues que espere, que se queman las croquetas.

Los Almudenos”, les llamaba Joaquín, su amigo cercano, con quien cantaron las de Javier Solís, las de José Alfredo y tantas otras en esas tertulias de envidia cada verano en la playa de Rota, su territorio para la felicidad, su segunda casa.

Un mal día se le echó en falta en una feria del libro. Al poco, después de veinte años de colaborar en El País Semanal, el suplemento publicó su última columna. “He tenido que escribir artículos muy complicados a lo largo de mi vida. Ninguno como este.” Tecleaba desde una cama de hospital, asomando la tragedia y disculpándose por su ausencia: “tiré una valla, como les ocurre hasta a los atletas keniatas en las carreras de obstáculos de larga duración”. La enfermedad se había anunciado en plena pandemia.

Un mes después las redes presentaban imágenes conmovedoras: un cerco interminable de personas con abrigo y cubrebocas de los que asomaban ojos tristes, con libros bajo el brazo como avalando el duelo, con ramos de claveles y banderas republicanas, todos aplaudiendo al paso de una carroza negra indeseada. Noches de boda, oración de Sabina, sonaba entre un tumulto que bordeaba una fosa: que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena.

Un año más tarde, la estación de tren de Puerta de Atocha se rebautizaba en su honor.

El estadio Metropolitano retumbó con un minuto de silencio que guardó el Atleti honrando a esa hincha colorada de dientes separados con su imagen sonriendo en una pantalla allá, en lo alto.

Este mes su tumba en el cementerio con que comparte el nombre de la Virgen patrona de su amada ciudad se llenó de flores. Habría hecho 65, apenas.

Se fue en 2021, pero su esencia quedó atrapada: es reciente la publicación del libro Escalera Interior, que era el nombre de su columna, una recopilación de sus mejores artículos, un concentrado de sus ideas, de sus palabras dedicadas a los veteranos y, otras más, a los que aún no nacen. Antifranquismo, posguerra, democracia, feminismo.

Y otro libro que aún huele a imprenta: Lo que sé de Almudena, escrito por su amigo Rafael Reig. “Lo único que podemos hacer con quienes echamos de menos es recordarlos, y escribirlos para volver a vivirlos.” Páginas destacando su alegría y humanismo.

Hoy se estrena en los cines de España el documental Almudena, dirigido por Azucena Rodríguez, su mejor amiga, que alcanzó a grabarla un solo día, sin sospechar lo que venía. Comparten testimonios sus hijos, su hermana, una tía; Luis, por supuesto. Como colofón, Así estoy yo sin ti, en voz del flaco de voz rasposa. Quizá lo que nuestros más cercanos dicen que somos sea nuestro más fiel retrato.

Almudena Grandes, aunque tú no lo sepas, sigues estando.