Todos queremos algo. El hambriento quiere comer, el niño quiere jugar, el político quiere poder; el pacifista, la paz; el empresario, ingresos; el poetista quiere soñar y el cineasta ¿quiere un Oscar?
Se dice reiteradamente que los premios Oscar o los premios de la Academia son el galardón más importante que un cineasta puede recibir. No es completamente cierto. Es verdad que esta ceremonia es muy mediática y popular, pero sólo representan a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Que, ojo, tampoco es cualquier cosa. Hollywood es uno de los grandes lugares para producir cine en el mundo. Es cierto que India produce más películas al año con Bollywood, pero esas películas tienen un impacto sólo en la población india pues están pensadas únicamente para ese público. Hollywood, en cambio, tiene un impacto más allá de Estados Unidos.
Otra precisión es que, hoy por hoy, la película que gane un Oscar no necesariamente tiene que ser la mejor hecha sino la que cumpla con los parámetros y estándares que la Academia imponga. Desde hace algunos años la Academia ha implementado una serie de exigencias para que la representación racial y étnica sea diversa.
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Una película puede ser una obra maestra, pero si el 90 por ciento de los integrantes detrás del filme son hombres blancos estadounidenses, no cumplirá con la cuota de diversidad y no será nominada.
Hablar de ciertos temas, además, parece aumentar el interés de la Academia por una película. Hoy por hoy, la discriminación racial o de género son temas que están en primera fila. Pero, aunque sorprenda, siempre ha sido así. Desde que los estudios se dieron cuenta de que ganar un Oscar o ser nominado a uno traía gran publicidad y ganancias, empezaron a producir películas con todos los estándares convencionales para que la Academia las nominara.
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Se puede pensar que quizá la calidad quede en un segundo plano. No necesariamente es así, pero lo cierto es que el cine, además de ser arte, también es industria y medio de comunicación. El cine siempre busca comunicar algo, pero sobre todo siempre debe de estar financiado por algo o alguien para subsistir. Si no me creen, pregúntenle a los mecenas del siglo XVI cómo es que el arte existe.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
Héctor Zagal, profesor de la Universidad Panamericana, y Oscar Sakaguchi, coautores de este artículo, conducen el programa de radio "El Banquete del Dr. Zagal" en MVS 102.5