El mundo se destruye en caos; todo parece infectado por una enfermedad viral. “Disease”. Lady Gaga aparece desde la bruma con un vestido rojo y negro, dice traer el antídoto, aunque sea por una noche; una cura dolorosa, placentera y bella. La oscuridad es el refugio para soltar los impulsos primitivos que llevan al éxtasis, y tanto han reprimido. Ahí, en la vorágine de la anarquía, reside una haz de amor y paz.
Luego de cinco años, Lady Gaga regresa con su álbum “MAYHEM”, una colección de 14 pistas en la que reafirma su espíritu transgresor, mientras salta de un género a otro, para crear una experiencia compleja sobre encontrar paz entre el desorden.
“Dance or die, (baila o muere)”, sentencia Gaga antes de comenzar la danza mortal de “Abracadabra”; un pop industrial que juega con sus influencias noventeras, a lo Nine Inch Nails, y rememora sus inicios en “The Fame Monster”. El placer de ser el monstruo de risa torcida, que baila libre de las ataduras de la sociedad; son tropos del estilo Gaga: el amor diferente, el otro, el extremo, lo erótico, la extentricidad, y la libertad. A casi 20 años de su inicio, su forma de inclusión vive y arde con más fuerza.
Decir que Lady Gaga revolucionó e innovó el pop sería arriesgado; podríamos caer en una falacia. Sin embargo, ella ha rendido homenaje a los grandes artistas que la influenciaron, como Tony Bennet, Madonna, Elton John, Queen y Prince, al incorporarlos en su propia música a su manera y, al mismo tiempo, inspirando a nuevos artistas a tomar el camino arriesgado. Por ejemplo, en “Shadow Of A Man”, es notoria la inspiración de Michael Jackson, pero jamás parece una burda imitación. Gaga abraza la historia pop, se fortalece y renace continuamente en su propia categoría, única y diferente, que brilla a la par de sus héroes.
De igual forma, en “Killah”, acompañada del músico francés, Gesaffelstein, retoma el sonido de David Bowie y Prince para crear su propio tema glam pop contemporáneo. Las guitarras saltarinas bailan con los sintetizadores, así como Gaga provoca a sus víctimas de baile. Un rush que aumenta y disminuye como los efectos de una droga, inyectada por los labios de Gaga.
“Si el mundo se acabara, quiero estar junto a ti”, cantan juntos Gaga y Bruno Mars en “Die With A Smile”. Luego del caos de la destrucción, Gaga culmina su viaje con amor: entre los escombros de un realidad resquebrajada, el amor brilla aún más. Ya no hay metal ni tecnología ni máquinas ni siquiera humanos; son dos almas que toman sus instrumentos para estallar su corazón junto al mundo.
Lady Gaga se mantiene fiel a su corazón y a su amor por la música. A lo largo de su vida tomó cada sonido, idea y concepto para romperlos y crear un estilo único que la ha convertido en un ícono del nuevo milenio. Así como sus predecesoras, encontró la belleza en la transgresión, en lo tabú y en el caos, para hacernos disfrutar y bailar con nuestra propia oscuridad.