HÉCTOR ZAGAL

Batman Azteca vs el Vampiro del Virrey

Las alianzas con Cortés no fueron ingenuidad histórica, sino cálculo político, resentimiento acumulado y oportunidad aprovechada.

Las alianzas con Cortés no fueron ingenuidad histórica, sino cálculo político, resentimiento acumulado y oportunidad aprovechada, escribe Héctor Zagal sobre Batman Azteca: Choque de imperios.
Las alianzas con Cortés no fueron ingenuidad histórica, sino cálculo político, resentimiento acumulado y oportunidad aprovechada, escribe Héctor Zagal sobre Batman Azteca: Choque de imperios.Créditos: Especial / Canva
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Quienes acompañaron la transmisión del Banquete el pasado miércoles, lo saben: mi reacción inicial a Batman Azteca: choque de imperios fue de disgusto. Algo en mí se resistía a ver al Caballero de la Noche convertido en guerrero de la aurora, envuelto en pieles y lanzando ‘batarangs’ entre pirámides y códices. Raya en lo ridículo, pensé. ¿Qué necesidad había de forzar a los héroes de Gotham a pasearse por Tenochtitlán, como turistas extraviados en una escenografía prehispánica?

Pero la memoria, siempre traicionera, me recordó mi propio pasado. Yo mismo traje en mi última novela a un vampiro de Transilvania para conversar con una monja muy parecida a Sor Juana. Si había permitido que Drácula discutiera sobre teología y chocolate caliente en la Nueva España, ¿por qué negar a Batman un paseo ritual con los mexicas? Me senté entonces a ver la película con otros ojos.

Y debo admitirlo: hubo detalles que me gustaron. La reconstrucción de los escenarios, con su bruma ritual y sus templos afilados como obsidiana; las batallas coreografiadas con la contundencia de un macuahuitl que no perdona; y esa atmósfera que intenta –con mayor o menor acierto– hacer justicia a un mundo que solemos imaginar en caricatura. Hay mérito allí, en la voluntad de resucitar una ciudad antes de que fuera ruina didáctica.

Sin embargo, hay un problema que se repite en tantas interpretaciones de la Conquista, y que Batman Azteca hereda sin cuestionar: la eterna tentación de pintar a Mesoamérica como un bloque homogéneo, víctima unánime y perfecta. Se olvida, o se decide olvidar, que muchos pueblos mesoamericanos odiaban a los mexicas con la misma o más vehemencia con la que temían a los españoles. Las alianzas con Cortés no fueron ingenuidad histórica, sino cálculo político, resentimiento acumulado y oportunidad aprovechada. La historia rara vez es una postal; casi siempre es una mesa de negociación.

Ojalá esa secuela a la que apunta el final de la película se atreva a corregir ese maniqueísmo amable. Parece ser que así será: que los matices entrarán, que las alianza de Cortés-Dos-Caras con los tlaxcaltecas será clave y  el héroe nocturno aprenderá que la oscuridad también proviene de Tenochtitlán. Entonces sí, quizá podamos ver a nuestro murciélago prehispánico desplegar sus alas con la complejidad que merece la historia.

No olvidemos que los tlaxcaltecas siempre se vieron a sí mismos como conquistadores, como pueblo vencedor, que no sólo derrotó a los mexicas, sino que a lo largo del siglo XVI, aliado con los españoles, prosiguió la conquista del norte.

(Héctor Zagal, profesor de la Universidad Panamericana, y Luis Manuel Gómez, autores de este artículo, conducen el programa “El Banquete del Dr. Zagal” todos los miércoles a las 21:00 y los domingos a la 17:00 en MVS 102.5 FM)