HÉCTOR ZAGAL

La locura de la Emperatriz

Carlota fue princesa y emperatriz, pero sobre todo una mujer inteligente, enérgica, severa, ambiciosa y dura.

Emperatriz Carlota Amalia de Bélgica.
Emperatriz Carlota Amalia de Bélgica.Créditos: Foto: INAH
Escrito en OPINIÓN el

La locura de la Emperatriz Carlota Amalia de Bélgica fue mucho más que la esposa de Maximiliano de Habsburgo o la hija del rey Leopoldo I de Bélgica. Carlota fue princesa y emperatriz, pero sobre todo una mujer inteligente, enérgica, severa, ambiciosa y dura.

Desde muy pequeña recibió una educación que, para su tiempo, se consideraba “masculina”. Estudió filosofía, política, ciencias, idiomas y hasta tuvo entrenamiento militar. Su destino era gobernar. A los 17 años se casó con Maximiliano de Habsburgo. Un año después se convirtió en virreina de Lombardía-Venecia. La situación no fue la mejor para la pareja y, tras unos años, Maximiliano fue destituido de su cargo.

Los siguientes años los pasaron en el palacio de Miramar. Era una vida de jubilados a los veinte. Maximiliano disfrutaba de su castillo a la orilla del Adriático. Estudiaba insectos, montaba caballos, nadaba. Carlota, en cambio, se sentía hastiada. No quería pasar toda su vida sin hacer algo importante. Por eso, cuando Napoleón III les ofreció la corona de México, ella se emocionó más que su marido. Hubo muchas señales que le advirtieron a la pareja no ir a México. La misma abuela de Carlota les dijo que los matarían cuando llegaran. Aun así, ambos ignoraron las advertencias y llegaron a México en 1864.

Carlota sólo estuvo dos años en el país, pero no falta quien asegure que ella gobernó más que su esposo. Impulsó tareas de beneficencia al margen de las órdenes religiosas. Era católica, sin embargo, no se llevaba bien ni con el arzobispo de México ni con el nuncio del Papa. Carlota fue determinante cuando había que tomar decisiones difíciles. En 1866, cuando el Imperio mexicano ya agonizaba, Carlota se ofreció a ir a Francia para obtener de nuevo el apoyo de Napoleón III. El dinero y las bayonetas francesas eran claves para el Segundo Imperio Mexicano. Todos aceptaron el ofrecimiento de la emperatriz sin saber que jamás regresaría a México.

En su viaje tuvo algunas actitudes que desconcertaron a quienes la acompañaban. En Puebla, entró a la casa de un tal Esteva, revisó todo el lugar y luego salió de la propiedad como si jamás hubiera entrado. Algunos piensan que fue un primer aviso de su inestabilidad mental. Pero siguió siendo enérgica. Cerca de Veracruz, su carruaje se quedó atascado en el lodo. Ella entonces tomó un caballo, se encapuchó y cabalgó así hasta llegar al puerto. No había tiempo que perder. Durante su viaje en el barco, pidió que tapizaran su camarote con colchones para que no la molestara el ruido de la máquina de vapor del barco. ¿Otro indicio? Cuando llegó a Francia, Napoleón III evitó recibirla. Finalmente lo hizo y fue tajante: “Ni un hombre ni un franco más para México”.

Cuentan que, luego, la esposa de Napoleón le ofreció una naranjada a Carlota. Ella imaginó que la querían envenenar, así que tiró la jarra y armó un escándalo. Semanas después, Carlota fue a implorar el apoyo del papa Pío IX. Poco podía hacer por el Imperio Mexicano el Pontífice. En el Vaticano, Carlota sufrió otro ataque de locura. Decía que Napoleón III la quería envenenar. Carlota vivió el resto de su vida confinada en dos castillos de Bélgica. Su hermano Leopoldo II se apoderó de la inmensa riqueza de la efímera emperatriz.

Murió el 19 de enero de 1927. Para ese entonces, el Imperio Francés se había convertido en una República. Austria ya no era un imperio. El zar de Rusia había sido derrocado y asesinado.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

(Héctor Zagal y Óscar Sakaguchi, coautores de este artículo, son conductores del programa El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00