En días pasados, si ustedes quisieron visitar y recorrer algunos museo o zona arqueológica en la ciudad de México se encontraron con la sorpresa que estaban cerrados, tomados por trabajadores y sindicatos de del Instituto nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Instituto nacional de Bellas Artes (INBA) porque desde que comenzó el sexenio en 2018 se han hecho modificaciones a los contratos colectivos de los trabajadores bajo una nueva modalidad contenida en el ya famoso Capítulo 3000, esquema que los priva de reconocimiento como empleados de estos institutos y por tanto de las prestaciones, derivando en un impacto en la relación laboral donde incluye para muchos de estos empleados que estaban a punto de su jubilación un derecho derogado, entre muchos más.
Los tiempos se agotan para cambiar, modificar o revertir este esquema de trabajo en el sector público de los trabajadores en ambos institutos, lo que sí es posible es que las candidatas y candidato que contienen en este momento por el cargo ejecutivo del país, se pronuncien sobre qué harán con el Capítulo 3000 y a su vez, con todo el sistema administrativo y financiero en materia de Cultura que para INBA, INAH y Fondo de Cultura Económica (FCE) y la propia Secretaría de Educación Pública donde se encuentran algunos de estas dependencias y sus trabajadores afectados.
Pensar a la cultura, como un accesorio y no como un sistema identitario de una Nación es un error frecuente en que recurren los dirigentes y los regímenes autoritarios que concentran una visión de Estado desdeñando los diversos aspectos y expresiones culturales, paradójicamente se sirven de ellas, apropiándose de aquello que les permita reconstruir su discurso histórico-cultural; desconociendo todo lo que no se ajusta a la ideología de su arenga. Y el desastre es su consecuencia: raquíticos presupuestos, incumplimiento de pagos, cero políticas culturales y empobrecimiento a las instituciones y servicios de las industrias culturales oficiales.
A pesar que México goza de un régimen democrático, en muchos de nuestros organismos, como el de Cultura, son meramente formales: hay elecciones, hay participación, hay partidos políticos, hay programas y estrategias sociales, ideológicas y culturales, pero el ejercicio del poder político está en manos de grupos muy distintos al sentimiento democrático, a la cobertura amplia de la justicia, los derechos humanos, la equidad, la diversidad, la cultura en el más amplio espectro del concepto y las expresiones. Y esto no será posible sin que no se trabajen tres aspectos profundos, dolorosos y determinantes
- El Derecho a la Paz: Es el principal derecho humano del que cualquier persona en países democráticos deben tener como base para su desarrollo intelectual, educativo, profesional, cultural y social. Donde no hay Paz no hay democracia.
- Reconocimiento histórico de nuestras culturas sin adjetivos: La herida abierta de la conquista nos niega a reconocernos diversos y mestizos sin adjetivos, hasta ahora este discurso antihistórico mexicano colonial nos devalúe por el color de piel, la lengua y la cultura heredada. Hace falta una política pública del reconciliarnos con el pasado para no construir ídolos de color, discursos de odio y discriminar lo distinto.
- La Autonomía del sector Cultural: Sentar las bases organizativas, administrativas y de gestión de las políticas públicas de la Secretaría de Cultura que hasta ahora no las tiene y no dan forma a uno de los fundamentos del Derecho Humano básico: su cultura. No hay Democracia sin reconocimiento de la diversidad cultural y el respeto a sus expresiones y la garantía de sus patrimonios tangibles y simbólicos.
Abramos la discusión: @salmazan71