OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

El Baby

La tierra prometida, o más. Algo así fue aquella discoteca acapulqueña para mi generación.

Discoteca Baby O, Acapulco.
Discoteca Baby O, Acapulco.Créditos: Especial
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Colaboración Leticia González

Fui pocas veces (no por falta de ganas, sino de permisos), pero fueron las suficientes para hacer memorias imborrables: la primera vez que logré entrar -y que fueron por mí unos minutos después de que hubieran “abierto pista”; aquel diciembre de aniversario en que cantó Emmanuel; la noche mexicana en que Ingrid y Manuel, dos huracanes desastrosos, nos azotaron por ambos mares (“Inédito embate simultáneo”, informaba el Excélsior) y al salir enfiestados, al amanecer, nos sorprendió encontrarnos en medio de una Costera totalmente inundada.

Este lugar, icónico, si ha habido alguno, al ser casi un bunker se salvó del despiadado Otis, y es el primer “antro” en reabrir sus puertas -o su cadena voluntariosa-, en un puerto estocado que se resiste a morir.

Como desobedientes peces de ciudad volvimos al lugar donde todos hemos encontrado felicidad, solo que esta vez no la buscábamos a ella, sino a la seguridad; íbamos de guardaespaldas, es decir, de papás: “el puerto (y el estado, y el país) están muy revueltos: o vamos todos, o no va nadie.”

Esta vez no había un remolino de gente emperifollada a la entrada, levantándose cuanto pudieran sobre sus pies y con la voz y la mano alzadas llamando a un cadenero por su nombre, a ver si eso servía de algo: ¡Acá, somos dos (o tres o cuatro) parejas! No, ahora había un listado de reservaciones y todo transcurría en un perfecto orden y una atención desmedida, creo que nunca antes ahí vista. Sentí estar subiendo más por una alfombra roja, que por esa añeja escalinata triunfal forrada de pasto artificial.

Discoteca Baby O / Especial

Al levantar la vista, al lado del mostrador donde se pagan los covers, sigue estando la eterna foto enmarcada, algo deslavada, de Meher Baba, un gurú indio del siglo pasado que declaró ser Dios en forma humana y que en más de cuarenta años no pronunció palabra.

Al avanzar me ocurrió como cuando se regresa al patio escolar, que parece más pequeño de como lo recordábamos. La imagen del lugar, aún vacío, trajo a mi mente aquellas imágenes de video que no hubiéramos querido ver, cuando recién salíamos de la pandemia: los tipos, los bidones, la chispa, las llamaradas. Tres minutos acababan con 40 años -narraba un Ciro desmoralizado.

Elegimos nuestra mesa y a las 12:30 en puntísimo las luces de láser y la música electrónica estridente estallaron. Hipnotizada por las esferas giratorias y sus miles de espejitos imaginaba que sonaba Rick Astley -el niño pelirrojo con voz de negro- con su canción que ocupaba el primer lugar en 25 países a finales de los ochenta:

Never gonna give you up

Never gonna let you down

Never gonna run around and desert you

mientras que en su Reino Unido y en EUA acaparaba, además, el segundo lugar con Forever Together (we two), la del video en el que aparecía hablando por un teléfono que hoy sería una antigüedad, de auricular, cordón y disco.

Avanzó la noche y el número de clientes finalmente superó al de los meseros, que llevan años trabajando ahí: “80 familias dependen del negocio”, se lee en El País; ellos se esmeran, ahora más que nunca, para que cada noche sea inolvidable y única.

Una tras otra, bajaban llenas a tope y subían ya vacías las jarritas de Kamikaze, de Boligoma y de Baby Mango, con su puñado de popotes y caballitos, entre shots levantados por brazos tatuados, como impostores suplantando a nuestros muppets ya lejanos.

Discoteca Baby O / Acapulco

Ahí sigue la escalera alfombrada que baja a los baños y que ha visto rodar a más de uno -muchísimos más, seguro,- con esas mismas paredes que raspaban como lija. Y allá abajo, junto a los lavabos, las puertitas cantineras que dan al Snack Bar, custodiadas por dos gigantes encargados de que los hot dogs y el chocomilk mariden en santa paz.

Prendió la noche con mezclas perfectas de canciones de hoy y ayer y antier: Flowers, que recién le dio el Grammy a Miley Cyrus. Y cualquiera de Luis Miguel. Y las que ya no suenan, pero quedaron atrapadas en esas paredes de la prehistoria:

Hey now, hey now

When the world comes in

They come, they come

To build a wall between us

You know they won't win'

Su lema: Solo hay un Acapulco. Solo hay un Baby’O.

Así, latido a latido, poco a poco, va el puerto volviendo a la vida. Y nosotros, poco a poco, volviendo a vivirlo.

Forever young.