OPINIÓN LUIS ANTONIO DURÁN

Carolina, la sirena de amor en el Estadio Azteca

Tomó el micrófono y cantó su historia, como cualquier noche de amigas, donde lo único importante es pasarla bien al ritmo del reggaeton.

Créditos: EFE.
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Había una vez una sirena llamada Carolina. Vivía en un mundo arcoíris, hasta que el frío del rechazo y la amargura congeló su corazón. Sumida en un mundo de hielo y lágrimas congeladas, encontró apoyo en su hada-mariposa madrina. Con un poco de magia y actitud, derritió la coraza con el calor de un perreo intenso; encontró la Bichota en su interior; se convirtió en la patrona de su propio cuerpo, su propia vida y su propio futuro. Ahora viaja por el mundo para que todas sus amigas y hermanas también encuentren ese calor que empodere a su Bichota interior.

Carolina Giraldo Navarro, mejor conocida como Karol G, llegó al Estadio Azteca de la Ciudad de México para difundir su cuento de hadas a todas sus hermanas mexicanas. Tomó el micrófono y cantó su historia, como cualquier noche de amigas, donde lo único importante es pasarla bien al ritmo del reggaeton, moviendo la cabeza hasta que el recuerdo de tu ex salga por una oreja.

Carolina, ataviada con brillantes de hielo, poco a poco rompe su escudo helado, con la fuerza de su voz y su baile. La “Amargura” de ver al amor de tu vida con alguien más, pasa, como los días, como las noches. Aunque por dentro caigan pedazos de alma, por fuera la sonrisa debe sobreponerse. Abrazada por los gritos de miles de amigues, el rostro de Karol se ilumina, con el brillo del agua al derretirse. Está en casa, lista para salir a bellakear.

La sirena doma su moto-tiburón. La hada-mariposa prendió el outfit: una falda cortita para lucir el entreno. Un top mexicano para agarrar local. Y unas gafas oscuras para disimular la caza. Carolina impone con cada paso sobre la pasarela. Irradia e infecta su seguridad. Todas somos reinas de la noche. Todas somos dueñas de nuestros cuerpos. Todas somos bichotas.

Karol se diluye en el aire entre los maullidos de las gatúbelas. Regresa a su habitación y nos invita a una pijamada, con sus amigas músicas. Sobre camas de nube canta sus secretos, deseos y arrepentimientos. Platica con sus hermanas pequeñas, les regala besos, abrazos y fotos. Desaparece la tristeza por un momento, solo es el brillo de sus dientes en una sonrisa incómoda por recibir unas “Mañanitas” adelantadas. Está condenada a tanto amor por nacer el 14 de febrero.

EFE

Todos maldicen y agradecen a quien le rompió el corazón a Carolina; nos dio la excusa para levantar un trago a su salud, aunque sea para mandarlo al carajo. Donde sea que estés, no te deseamos lo mejor ni lo peor, solo que ya no molestes. Un acordeón, una tuba y un sombrero rosa; una bandera mexicana y una colombiana; un tequila, una mentada y una letra de Paquita; muchas, muchas, muchas amigas y un nuevo mañana.

La noche debe terminar, pero en mientras que siga la fiesta. No dejaremos que nos encuentre el sol dormidos. Vamos a levantarlo con un perreito que retumbe el suelo y el cielo; un perreito que explote con llamas y fuegos artificiales; que tiemble como sismo y derrumba los malos recuerdos. La sirena llenó de arcoíris un país más con la alegría de vivir el momento y desechar lo malo del pasado. Carolina se va con más amor que el que regaló; sabe que sus hermanas estarán bien; sabe que el abrazo de la música siempre estará con ellas; sabe que las verá de nuevo, porque saben que mañana será bonito.