Las primeras notas de “Für Elise” están grabadas en la memoria colectiva. Es la pieza predilecta para iniciar a tocar el piano. La melodía no ha sufrido cambios en más de dos siglos, porque por sí misma crea paz y nostalgia en quien la escucha, sin importar la época o el país. Ahora, Jon Batiste propone una versión actualizada, en la que conecta los puntos tonales entre Beethoven con las “notas azules” del Delta del Mississippi.
Jon Batiste presenta “Beethoven Blues”, un compilado de piezas clásicas del compositor alemán que reimagina con su propio estilo juguetón y melancólico. Batiste propone que, si Ludwig hubiera nacido en nuestra época, quizá hubiera usado los sonidos del blues, gospel y jazz en su música.
Por ejemplo, en “Moonlight Sonata Blues”, combina la cadencia del motivo principal con pequeños destellos de jazz, como si la melena gris de Ludwig estuviera llorando al final de la noche en un bar de Nueva Orleans. Lo que parecieran notas accidentales, son parte de los sollozos de un artista reflexivo; Batiste improvisa sobre la marcha de un camino ya trazado, que deja abierto para el siguiente músico en atreverse a cruzarlo.
En “5th Symphony in Congo Square”, Batiste redescubre el icónico “pam-pam-pam-pam”, dentro de una polirritmia de tres sobre cuatro, típica de la música africana, y más tarde, del blues y jazz. Inyecta sabor a un tema que, con solo cuatro notas, ha marcado el canon de la música desde la academia, hasta el pop, rock y metal. Una idea simple y bella, que puede ser tan versátil, profunda y emocionante, según la imaginación de quien la toca.
No todo es melancolía, Beethoven también está lleno de alegría y energía. En “Waldstein Wobble”, Jon convierte la sonata original en un rock n’ roll, muy al estilo de Little Richard. Batiste ataca el piano en este wobble; se escucha su respiración agitada y sus pisadas de baile sobre los pedales. Podemos imaginar a la realeza austriaca del siglo XIX haciendo el twist durante algún baile de salón. Años más tarde Chuck Berry escribiría “Roll Over Beethoven”, pero Ludwig ya movía caderas dos siglos atrás.
“Life of Ludwig”, la historia de Beethoven ha cautivado e inspirado a miles de artistas, tanto por su entrega a la música como por su lucha incesante por seguir componiendo a pesar de la sordera creciente. Y es justo en esta última etapa de su vida cuando creó las obras que revolucionaron el canon de la música.
El último de los clásicos y el primero de los románticos: una historia que tomó y se apropió Jon Batiste. Al aprehender cada pieza, nota por nota, casi de memoria, creó un diálogo trascendental con el compositor a través del piano. Así como su mentor, Beethoven instó a Jon a romper el molde, que los académicos se encargaron de grabar en estatuas y mausoleos, para explorar las posibilidades que Beethoven nunca conoció. La música, como cualquier forma de arte, si no se renueva, si no se cuestiona, si no se atreve a cambiar, está destinada a morir en los museos. Batiste, con su sonrisa de sol y dedos de baile, trajo nueva vida a Beethoven y trazó un sinfín de ideas para los próximos artistas que se atrevan a escuchar e imaginar.