En la nota pasada escribimos cómo el Congreso de la Unión, el 15 de septiembre pasado, aniquiló la independencia del Poder Judicial y el 16 de septiembre a la viva México entró en vigor la nueva ley para que el pueblo supuestamente elija por voto popular en una tómbola a todos los ministros, magistrados y jueces federales.
El 5 de noviembre pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación le mandó a la presidenta Claudia Sheinbaum en una urna las cenizas, todavía calientes, del cuerpo del Poder Judicial para que las enterrara junto con las calaveras del día de muertos.
Con la sorpresa de que el ministro Pérez Dayán pasó de ser enemigo de López Obrador a ser el héroe de la 4T con su voto decisivo, se resolvió no cambiarle una sola coma a la ley que aprobó la elección de jueces por medio del voto popular. Al ministro Pérez Dayán se le olvidó el famoso discurso que presentó Justo Sierra en el Congreso de la Unión el 30 de octubre de 1893, con su iniciativa de ley que trató de limitar el feroz yugo que el dictador Porfirio Diaz tenía sobre México exponiendo:
“[…] para tener jueces independientes que no estuvieren sujetos a las vicisitudes políticas del momento. El Poder Judicial con el amparo tiene no una arma sino un escudo y si fuere independiente haría respetar la Constitución y los derechos individuales. Entonces estaría hecha la democracia”.
Igualmente, se le olvidaron los debates que se llevaron en el Teatro Iturbide en Querétaro, en la tarde del 20 de enero de 1917, por un sinnúmero de Diputados Constituyentes, dando las razones de por qué se oponían a que la elección del Poder Judicial fuere por medio del voto popular, manifestando:
“[…] Así vemos, pues, cómo el Poder Judicial viene a definir precisamente cuál es el alcance del Derecho, cuál es el alcance de una ley; tiene la misión de definir hasta dónde llega la libertad individual y la libertad social; cuándo hay invasión de la libertad social a la individual y recíprocamente, así como fijar la extensión de las soberanías que coexisten en una Federación. […] porque la Suprema Corte de Justicia, entre nosotros, ha sido lo que han querido que sea Porfirio Díaz y Victoriano Huerta y todos los; dictadores que han venido envenenando nuestra atmósfera social y política”.
El 15 de noviembre de 1916, don Venustiano Carranza convocó por medio de periódicos a reunirse en un Congreso Constituyente en Querétaro para reformar la Constitución de 1857. Carranza sale de la ciudad de México el 16 de noviembre para reunirse con el Congreso Constituyente. Salió a caballo de Palacio Nacional acompañado de 200 hombres que llevaba de escolta; fue todo un espectáculo lleno de pompa y circunstancia. Carranza manifestó que buscaba independizar al Poder Judicial y alejarlo de las contiendas políticas:
“[...] la misión del Poder Judicial es aplicar la ley y no podrá hacerlo si están bajo la influencia de los partidos políticos”.
Estamos seguros de que don Venustiano se está volcando en su tumba de rabia y coraje al enterarse que el Poder Judicial perdió su independencia.
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