Joni Mitchell narra el inicio que Halsey pensó era su final (“The End”). Sentada, con una guitarra y una peluca rubia, Halsey escribe la angustia de su primer día de tratamiento; las cuerdas contienen el tremor de sus manos y los sollozos de miedo. Aunque no se acabe el mundo, hoy podría terminar el de ella. Una súplica por un abrazo que evite su derrumbe.
Björk, una cara de mil facetas que utiliza Halsey para su quinto álbum de estudio, “The Great Impersonator”. Halsey toma prestados el estilo e imagen de sus ídolos, que van desde Dolly Parton, Cher y Linda Ronstadt, hasta PJ Harvey, Bruce Springsteen y Stevie Nicks, para protegerse al expresar los sentimientos más íntimos de su historia.
Dolores O’Riordan, de The Cranberries, canta “Ego”. En este recuento de influencias, Halsey rinde tributo al sonido de cada década al que pertenecen; la música de todos esos géneros sirve como máscara a lo que dicen sus palabras. Como en el rock alternativo de los 90, Halsey desahoga su frustración entre motivos vocales, baterías atronadoras y guitarras distorsionadas; una batalla por destruir y renacer.
Amy Lee, de Evanescence, delinea “Lonely is the Muse”. Halsey recurre al hard rock de los 2000 para estallar en gritos el coraje que siente por ella misma, mientras los demonios de su inseguridad le susurran al oído. Se mira como “la musa solitaria”, que sólo utilizan para crear y nunca para amar. Se cuestiona, ¿de qué sirve ser una mujer excepcional si con una sola palabra me destruyen? La máscara de su rostro oscuro llora en alivio por (quizá) dejarlo ir de una vez por todas.
Britney Spears reinventa “Lucky”. Halsey toma este éxito para llevarnos aún más adentro de su vida y revelarnos su dolor más grande. Se escucha una guitarra tan falsa como su sonrisa ante el público. Mientras la prensa viralizaba chismes sobre su físico, Halsey sufría en silencio de lupus y leucemia, que la llevaron incluso al borde la muerte. ¿Suerte por ser una estrella? No, “suerte de seguir viva”, asegura.
Aaliyah escribe “Letter to God (1998)”. Con una visión renovada de su vida, Halsey implora a quién sea que esté allá arriba que cuide al único hombre que tiene miedo de perder, su hijo Eder. Hundida en depresión postparto y soledad tras la separación con el padre de Eder, Halsey implora desde su alma, con soul, un poco más de vida; canta desde su nuevo amor de madre, que combina miedo y esperanza por un mejor futuro.
Halsey retorna con “Hurt Feelings”. Personifica la Ashley de hace 10 años: es otra. Ve de una forma distinta la música y la vida de su pasado. Ya no se toma tan en serio a sí misma, pues a pesar de su frágil salud física y mental, ha logrado permanecer viva. Con este juego de máscaras y disfraces, Halsey logró que una historia tan personal conectara con su público al reducirla en su esencia más básica, sus sentimientos: dolor, miedo, angustia y alivio. La gran imitadora reveló que su gran engaño siempre estuvo frente a nosotros: el dolor de Ashley, oculto bajo la sonrisa de Halsey.