OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

Serrat: entre premios y colegiales

Para mi disfrute, Serrat no responde así de parco como se transcribe: se toma su tiempo, sus ojos miran dentro, donde habita el recuerdo; analiza, reflexiona, digresiona, divaga y regresa.

El cantauror Joan Manuel Serrat, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024.
El cantauror Joan Manuel Serrat, Premio Princesa de Asturias de las Artes 2024.Créditos: EFE
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Motivos sobraban. Cuando el hombre del micrófono anunció: “Por unanimidad el Premio Princesa de Asturias de las Artes va para Joan Manuel Serrat, las tres mujeres que lo flanqueaban dentro del encuadre de cámara afloraron una sonrisa simultánea que delataba dicha unanimidad.

Viaja para la entrega, a Oviedo. Al pie de su ventana lo despiertan con música de gaitas, que dice, le encantan. Quién sabe si reconoce en el temblor gaitero el de su falseo.

Visita una escuela primaria, donde la banda musical escolar toca la bienvenida. El trayecto hacia el estrado lo transita bailando, desenfadado, con los puños cerrados. Las profesoras no dejan de grabarlo, y a los chicos no les acaba de quedar claro el monstruo que tienen delante. Toma asiento, rodeado por los integrantes de la banda, para recibir preguntas de algunos de ellos:

- ¿De todas las fases del proceso creativo, con cuál se queda?
- Con la niñez. (Respuesta adivinada)

- ¿Qué momento de su vida artística elegiría?
- Mi primera vez solo, en un escenario en el Palau de la Música, en el año 69; y la última, el 23 de diciembre de 2022 en el Palau Sant Jordi. Ambas en Barcelona. Y Buenos Aires y Chile en épocas conflictivas. Y cuando una vez, en Nueva York, perdí la voz a la segunda canción, y apenas tocaba la guitarra, el público adivinaba la canción, y ellos la cantaban.

Destila la respuesta sin el menor esfuerzo, como si se hubiera él mismo hecho la pregunta mil veces antes. Tal vez sí.

- ¿Qué canción es la que más quiere?
- Pregúntele eso a un padre que con todos sus hijos se lleva bien. 

(Respuesta inapelable)

El rey Felipe VI y la princesa Leonor saludan al cantante Joan Manuel Serrat (d) premio Princesa de Asturias 2024 de Artes. Crédito: EFE

- ¿Cuál es el papel del poeta en la sociedad actual?
- Ser libre. Escribir lo que sienta y defenderlo a toda costa... si es que tiene un papel.

- ¿A quién le dedicarías una canción que aún no has compuesto?

Levanta las cejas, los hombros, las manos; silencio, muecas y gestos imposibles de interpretar para un chaval de doce años de edad, pero provocan risas cómplices de los adultos presentes.

- A estas alturas de la vida, me conformo con escribir algo que me guste, que me haga reír y llorar… A mi mujer, que está aquí presente, le debo una canción concreta, a pesar de que está en todas. 

(De momento se ha salvado.)

Para mi disfrute, Serrat no responde así de parco como se transcribe: se toma su tiempo, sus ojos miran dentro, donde habita el recuerdo; analiza, reflexiona, digresiona, divaga y regresa.

Igual que en la toma de cámara del jurado, esta no es lo suficientemente cerrada, así que los jóvenes de los instrumentos aparecen a cuadro todo el tiempo. Dan la impresión de aburrirse y casi desesperarse, de no estar acostumbrados a estarse quitos y concentrados, ni parece interesarles gran cosa escuchar a un octogenario, por más Serrat que sea, hablar del pasado. Sus miradas divagan mientras las manos inquietas parecen anhelar sus teléfonos celulares.

Los alumnos le cantan “Hoy puede ser un gran día” con cierto desgano, como si jamás la hubieran oído, como si se tratara de algo lejano. Como cantan unos alumnos la canción que les ponen a ensayar para el próximo festival y les da igual. Alguna maestra experta en la nueva generación comenta, como continuando la canción: “Si el móvil no te olvida, sigue con tu vida, déjalo sonar.”

Esto le toca una fibra sensible al Serrat: “las redes sociales solo quieren su dinero, el algoritmo les quita lo más valioso que tienen, su tiempo, su libertad, su individualidad, su humanidad, a cambio de contenidos generalmente perjudiciales para cerebros en formación, para el cuerpo y para el alma.” No habrá sido como despertar con gaitas, pero algo logró alertar en ellos con esto. Y siguió:

Había una vez un señor que era dueño de casi todas las tierras, allá en Jerez de la Frontera. Domecq, se llamaba él. Cada día su chofer lo llevaba en su Rolls Royce hasta la entrada principal de la Catedral, donde se bajaba a rezar. Cierto día, en tiempos franquistas, un policía les levantó una infracción, pues era indebido estacionar el auto en ese sitio. ¿Desde cuándo un Domecq no puede aparcar acá, donde le pase por los cojones? Lo mismo les pasa a Zuckerberg y a Elon Musk, les dijo, y concluyó: las redes sociales son trampas sin legislación que nos proteja, estamos desamparados.

Una de las razones que mencionaron para otorgarle el premio, más allá de sus canciones, fue “por ser un vínculo entre generaciones”. En unos pocos años más, estos chamacos espabilarán y se enamorarán. Solo entonces comprenderán las cosas de las que habla en las letras que canta. 

Es decir, en unos años pasará muchas veces que habrá alguien en una habitación, en una playa, en un balcón, un tren, o cualquier otro lugar así, que, al escuchar una estrofa de sus canciones la entenderá por primera vez, se saltará una respiración y, después de unos segundos, pensará: “¡Pero yo tuve a este ahí, enfrente de mí!”