HÉCTOR ZAGAL

Ni eran tres ni eran reyes: los verdaderos Reyes Magos

Quizá la prueba más sólida que tenemos de su existencia sean los juguetes y regalos que llegan cada 6 de enero a las casas de los niños que se portan bien.

De los Tres Reyes Magos habla Héctor Zagal.
De los Tres Reyes Magos habla Héctor Zagal.Créditos: https://pixabay.com/es/
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¿Les trajeron algo los Reyes Magos ayer? A mí me trajeron una colección de libros de Agatha Christie..

Si les trajeron regalos, déjenme decirles que sus regalos no fueron producto de magia o de riquezas, sino de la astrología. Y es que los verdaderos reyes magos no eran ni reyes ni tres ni magos, por lo menos no los magos que nosotros conocemos.

En el Evangelio de Mateo, el único lugar en la Biblia donde se habla de ellos, tan sólo se nos dice que eran unos magos de Oriente que llegaron a Jerusalén para adorar al rey de los judíos. No sabemos ni sus nombres ni cuántos eran ni en qué venían.

Católicos, Ortodoxos y Protestantes sólo reconocen cuatro evangelios como canónicos: el de Juan, Mateo, Lucas y Marcos. Todos los demás se consideran evangelios apócrifos, es decir, evangelios que narraban pasajes sobre la historia de Jesús o de María, pero que la Iglesia consideraba como ilegítimos por contradecir dogmas o verdades oficiales. Los evangelios apócrifos se escondían de los ojos de los fieles comunes y corrientes. De ahí que su etimología los defina como “sustraído a las miradas, escondido, secreto”.

Lo que nos interesa de estos evangelios apócrifos es que algunos de ellos nos cuentan más sobre los magos de Oriente que visitaron al niño Jesús. El evangelio árabe de la infancia, por ejemplo, narra cómo un ángel guardián fue a Persia la misma noche en que Jesús nació y se reveló ante los persas como una gran estrella que anunciaba el nacimiento del rey de reyes. Todos les preguntaron entonces a los magos de Persia (que era la forma en que se referían principalmente a sus astrónomos) qué presentes debían llevar para adorarlo, a lo que los magos respondieron: oro, incienso y mirra. De esta forma, tres reyes de Persia llevaron tres libras de cada regalo y así emprendieron el camino hasta llegar con el rey de los judíos.

El evangelio armenio de la infancia, sin embargo, nos dice que también eran tres reyes, pero que viajaban con un ejército de cuatro mil hombres cada uno. Este evangelio apócrifo ya contiene el nombre de cada rey mago y, además, señala su reino: “El primero era Melchor, rey de los persas; el segundo Gaspar, rey de los indios; y el tercero Baltasar, rey de los árabes”.

Estos reyes se encuentran cumpliendo un mandato divino que el mismo Dios escribió en una carta que entregó a los hombres luego de que Caín asesinara a su hermano Abel. La carta se conservó por generaciones hasta llegar a estos tres reyes, quienes tenían como misión entregársela al verdadero hijo de Dios.

Este evangelio data del siglo VI y es preciso que así sea pues fue en ese mismo siglo cuando se le dio un nombre a cada mago. Se piensa que esto ocurrió en la iglesia de San Apolinar, en Rávena, Italia. Ahí se encuentra un mosaico bizantino que retrata a los tres magos y que, sobre ellos, escribe sus nombres: “Balthassar, Melchior, Gaspar.” ¿De dónde provienen? Quizá de la inspiración del autor, pues no existen fuentes de origen.

La evidencia histórica de que en verdad existieron también es escasa. No es suficiente con la mención bíblica de ellos, pues es más simbólica que histórica. A pesar de ello, existe un relicario en la Catedral de Colonia, en Alemania, que supuestamente contiene los restos de los Reyes Magos.

Marco Polo narra en sus memorias cómo, en un viaje a Persia, escuchó hablar de la tumba de los tres Reyes Magos y luego fue a visitarla. El viajero cuenta que vio los cadáveres e incluso los describió con sus barbas y sus cabellos. Lo cierto es que casi un milenio antes, la emperatriz Elena, madre de Constantino, había ordenado exhumar aquellos restos para conservarlos en Milán.

Allá estuvieron hasta 1164, cuando el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico Barbarroja, saqueó Milán y le entregó los restos al arzobispo de Colonia, Reinaldo de Dassel.

Los huesos se conservaron en un relicario triple, dorado y ricamente decorado que actualmente se encuentra detrás del altar mayor.

A pesar de todo ello, lamento decirles que lo más posible es que no sean los restos verdaderos, pues la evidencia científica que se ha realizado con aquellas muestras son un tanto erradas respecto a lo que se supone que deberían ser.

En fin, quizá la prueba más sólida que tenemos de su existencia sean los juguetes y regalos que llegan cada 6 de enero a las casas de los niños que se portan bien.

¡Atrévete a saber! Sapere aude!

@hzagal

(Óscar Sakaguchi y Héctor Zagal, coautores de este artículo, son co-conductores del programa de radio El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5)