Audio relacionado
La propuesta del Ejecutivo para el presupuesto a ciencia y tecnología de 2024, al igual que los gobiernos pasados emanados del PRI y del PAN, incluye un incremento raquítico lejos del nivel de la economía del país y muy distante de las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El “Paquete Económico y Presupuesto 2024” que incluye “el Proyecto de Egresos de la Federación” se propone destinar al Ramo 38 “Programa de Ciencia, Tecnología e Innovación”, un monto de 148 mil 154 millones 160 mil 369 pesos, lo que implica un incremento de alrededor del 15.5% respecto al 2023, pero si se descuenta la inflación anual promedio del 8%, en lo que va del año, estaríamos ante un incremento del 7.5% en términos reales, hasta ahora.
Sin embargo, se trata de la cifra más alta que ha destinado el actual gobierno a la ciencia y la tecnología, y la más alta en términos nominales que se haya destinado en toda la historia, pero estos datos representan alrededor del 0.6% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, un monto muy por debajo de los requerimientos para un país que ocupa el lugar número 15 de la economía mundial, y que tiene una población de 130 millones de habitantes.
El rezago de México en ciencia y tecnología ha sido consistente en los últimos 50 años. Sin importar el partido político en el poder, todos han despreciado la importancia de estos sectores como motores del desarrollo económico, y del bienestar social y cultural.
En materia de ciencia, tecnología e innovación todos los políticos, partidos y gobiernos son iguales y son lo mismo: el analfabetismo científico de gobernantes y políticos. Esto se reflejó en la total dependencia del país a la hora de enfrentar la pandemia de COVID-19: incapaz de producir sus propias vacunas y medicamentos, así como equipos y materiales médicos.
Recomendaciones y pérdida de competitividad
El 0.6% del PIB a la ciencia queda lejos de las recomendaciones de organismos multilaterales como la UNESCO, la PNUD, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Organización Mundial de Comercio, entre otros, quienes aconsejan destinar, cuando menos, el 1.5% del PIB a estos rubros. En decir, México se encuentra a más de la mitad del camino para alcanzar el impulso mínimo.
En la actual Ley de humanidades, ciencias, tecnologías e innovación, aprobada en mayo de 2023, se eliminó la obligatoriedad del estado mexicano a invertir cuando menos el 1% del PIB en el sector como se establecía en la derogada ley de ciencia de 2002.
En la actual ley se indica que el Estado tiene “la obligación de fomentar, realizar y apoyar actividades de investigación humanística y científica, desarrollo tecnológico e innovación que redunden en el bienestar del pueblo de México e incluyan la preservación, restauración, protección y mejoramiento del ambiente, y faciliten el ejercicio y goce de otros derechos humanos, individuales y colectivos de la presente y futuras generaciones”.
Pero no se establece un monto mínimo de inversión como se recomienda a nivel internacional; ya ni siquiera como meta aspiracionista se propone incrementar gradualmente el presupuesto a estos rubros.
Como resultado de la poca inversión histórica en ciencia, tecnología e innovación (CTI), el país se ha rezagado progresiva y gradualmente en diversos indicadores frente a los países integrantes del BRICS+ (Brasil, Rusia, India, Sudáfrica; grupo al cual se sumarán Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía), así como otras naciones de similar desarrollo y dentro de la región Latinoamericana.
Países como Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Uruguay, entre otros, superan al nuestro en la inversión en ciencia y tecnología. En los indicadores científicos de organismos multilaterales e internacionales nuestro país cae cada año de manera sostenida, lo que disminuye su capacidad competitiva.
El rezago es tal que, por ejemplo, incluso comparado con países de África, queda eclipsado: Etiopía dedica el 0.9% de su PIB a ciencia y tecnología; y Malawi, el 1.06%.
Frente a otros países como Israel, que dedica el 5.56% de su PIB, al sector; Corea del Sur, el 4.93%; Taiwán, el 3.78%; Estados Unidos, el 3.46%; Suecia, el 3.35%, y Japón el 3.3%; la diferencia es abismal.
A pesar de que el mundo ha estado inmerso en la pandemia de COVID-19 y de que la ciencia y la tecnología han sido las únicas herramientas que han permitido enfrentarla, la clase política mexicana continúa inmersa en su analfabetismo científico y sume al país en su ignorancia.
La pandemia enseñó a la humanidad que solo con ciencia y tecnología es posible contar con un sistema de salud capaz de atender las necesidades de la población de cada nación. Solo con ellas es posible construir los hospitales necesarios, formar médicos suficientes, fabricar el instrumental y el equipo médico indispensble, y desarrollar medicamentos y vacunas.
¿Cuándo tomará conciencia la clase política de que para desarrollar al país es indispensable invertir en ciencia y tecnología?
Tabla 1.- Presupuesto en ciencia 2017-2024
Presupuesto del Conahcyt
El Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) tendrá un presupuesto de 38 mil 178 millones 399 mil 601 pesos, lo que significa un incremento nominal de 6 mil 523 millones respecto a 2023.
Este año tuvo un presupuesto de 31 mil 655 millones y para 2024 tendrá un incremento de 17% que, descontando la inflación, significa un crecimiento del 9% en términos reales.
Sin embargo, la importancia del Conahcyt en el sector de ciencia y tecnología continúa en un segundo lugar en términos presupuestales, ya que para 2024 solo ejercerá el 25.47% del presupuesto total.
Pero si se le descuentan los 12 mil 456 millones que se destinarán a los Centros Conahcyt, el presupuesto directo del Consejo será de 25 mil 722 millones de pesos, es decir, solo el 17% del presupuesto nacional en CTI.
Las secretaría que ejercerán el mayor presupuesto en ciencia en 2024, será la Secretaría de Educación Pública, con el 35.7% (52 mil 858 millones), donde la UNAM ejercerá 18 mil 929 millones del presupuesto en CTI.
En tercer lugar estará la Secretaría de Energía con el 20.5% (30 mil 422 millones); en cuarto lugar la Secretaría de Salud, con el 8% (11 mil 861 millones); y en quinto la Secretaría de Agricultura, con el 4.1% (6 mil 141 millones).
Inversión privada
Al igual que los políticos, a los empresarios en México tampoco les interesa el desarrollo científico y tecnológico.
El sector privado casi no invierte en estos rubros y tan solo en 2023 dedicó el 17.5% de los recrursos orientados a investigación y desarrollo. Por ello, como causa y consecuenucia, no existe ninguna gran empresa o gran fortuna en el país, que se haya formado con la creación de productos innovadores basados en desarrollos tecnológicos.
La mayor parte de los “empresarios” mexicanos son más bien negociantes, mercaderes y agiotistas que viven de los contratos con el sector público, de un mercado protegido, de las consesiones públicas para explotar materias primas o la maquila de productos básicos; no en productos basados en innovadoras tecnologías.
A nivel internacional no se reconoce a la economía mexicana como una “economía neoliberal” sino como “la economía del compadre”, en gran medida, fundamentada en la corrupción público-privada.
Mientras tanto, empresarios como Elon Musk, Bill Gates, Jeff Bezos, basan sus fortunas en desarrollos tecnológicos en campos como la tecnología espacial; las energías renovables; los comercios electrónicos; las ciencias de la vida; la inteligencia artificial; las tecnologías computacionales, entre muchos otros.
Los empresarios más ricos de México son incapaces de inventar un solo tornillo o construir bien un paso elevado del metro. Venden muy caro los servicios de telefonía de pésima calidad, extraen la riqueza natural del país contaminando y destruyendo los ecosistemas, o producen pura “telebasura”.
Por la baja inversión en ciencia y tecnología tanto del gobierno como de los empresarios nuestro país continuará en el rezago sostenido, lo que incrementará su dependencia tecno-científica y lo condenará a repetir el papel que ha tenido frente a la pandemia de COVID-19: la del simple comprador de vacunas, medicamentos y tecnologías que inventan, producen y venden otros países.
Comentarios y sugerencias: @abanav, abanav@gmail.com y sapiensideas.com