“Quisiera no tener moretones. Casi todos los que amo fueron abusados, incluida yo”, recita Arlo al inicio de su disco, añorando los momentos sencillos de la niñez. Ahora, la vida parece más dura, sin querer, como cuando pisas una flor perdida en el pavimento. Miedo por amar, cuando las cicatrices son eternas debajo de la piel.
Tras el éxito de su álbum debut “Collapsed In Sunbeams”, que le valió el Mercury Prize en 2021, Arlo Parks regresa con su segundo material discográfico, “My Soft Machine”, en el que a través de 12 canciones, nos presenta la “película suave” de estar atrapada en su cuerpo.
Arlo presenta con pequeñas instantáneas la grandiosidad de los pequeños momentos de una naciente relación. En “Impurities”, canta con el esbozo de una sonrisa como el roce de su amada limpia todos su defectos. De repente, hay arcoíris en el jabón, el corazón revolotea como pájaros enjaulados y los moretones se pierden en el brillo de la piel-estrella.
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En “Pegasus”, Arlo narra cómo abre su corazón temeroso ante un nuevo amor, tan grande que la abruma y detona su ansiedad. Acompañada por Phoebe Bridgers en los coros, Arlo deja que estos brazos calmen su cuerpo por un momento; se deja sentir feliz y especial, al saber que su pareja también la reconoce así. No es necesario explotar en música; los samples de cajitas musicales, arrullan este amor en cuna y la voz tierna de Arlo susurra caricias en los labios de su novia.
Por otro lado, Arlo cuenta la historia de un reencuentro en “Blades”. En medio de una fiesta, se encuentra con una vieja amiga y recuerda los errores que la distanciaron. Mientras se sirve una bebida, describe cada detalle tal cual la recuerda y admira; camina al ritmo del funky suave; no quiere volver a perderla. Con paso firme difumina la barrera del resentimiento y se funde en ella con un viejo-nuevo abrazo.
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Pero también lucha en el amor. En “Devotion”, Arlo combate por seguir en una relación que por momentos parece destruirla. Armada con una guitarra sucia, implora que la inunde con su “amor nervioso” y la aplaste con un millón de toneladas, porque sabe que sólo sobreviviría a ello. Es el único momento en el que Arlo torna agresiva su música: se mantiene de pie, aulla y busca forma a un amor indeciso.
Esta lucha continúa en “Weightless”. Arlo describe el diario “ir y venir”, que la mantiene atada a una persona que no quiere ni puede cambiar. Su voz tartamudea en el fondo; el sintetizador se enfrenta al duro beat de la rutina. La voz de Arlo es tan ligera como su propio cuerpo intentando escapar por la ventana, hasta que el brillo de su pareja la ciega y atrapa una vez más. Un ciclo que no se romperá, pero tampoco intentarán, porque ese afecto semiamargo y no correspondido es más embriagante que el alcohol de la soledad.
Con la presión de un debut contundente y altas expectativas por un segundo álbum igual de exitoso, Arlo Parks decidió jugar tal cual es, con un estilo muy definido para alguien tan joven: escribe imágenes cotidianas tan llenas de luz, que convierte sus momentos más íntimos en sentimientos universales de calor y frustración. Con sus letras, Arlo crea una “máquina suave” que rompe muros de moretones y alivia la vida, a través de sus ojos.