OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

Estos maestros

Benditos todos estos maestros, los que nos felicitaron por un dibujo, aunque haya resultado mal logrado; que nos preguntaron, interesados, frente a una figura de plastilina sin forma: ¿qué es?

La maestra Alejandra lleva alrededor de 15 años dando clases, quien siguió el ejemplo de una maestra que tuvo en primaria, su motivo principal servir y transmitir el conocimiento a los niños de la primaria Bicentenario,
La maestra Alejandra lleva alrededor de 15 años dando clases, quien siguió el ejemplo de una maestra que tuvo en primaria, su motivo principal servir y transmitir el conocimiento a los niños de la primaria Bicentenario,Créditos: Cuartoscuro.
Escrito en OPINIÓN el

Usted, maestra, y su mundo

de tintero y banco, pizarra y delantal blanco...

buenos días, por la mañana nos decías,

en pie entre dos fotografías y una cruz,

una oración y una canción y un beso en la mejilla.

Así le canta Serrat a la profesora que marcó su infancia. Con suerte, todos tenemos a alguien que, al lado de un pizarrón, nos marcó, lo sepa o no. Con más suerte, a varios.

El primer día de clases entró al salón Miss Lolita, la directora de primaria, que bien podría haber sido la abuelita de todos. Tomó el gis y escribió en el pizarrón verde: R O M A.

– ¿Qué dice?

– Roma.

– Ahora léanla al revés; esa es la palabra más importante que va a haber en todas sus vidas.

Casi medio siglo después, lo recuerdo como si fuera ayer.

Mi hermano cuenta que, apenas supo escribir, animado por señales que le habían parecido inequívocas, decidió sincerarse con la niña bonita del salón (ella solo aceptaba de él las hojas que todos le ofrecían cuando había que hacer algún dibujo). Aprovechando que ella se levantó, le dejó en su pupitre un papel doblado con la declaración más dulce y romántica que su edad supo poner en tres o cuatro palabras. En cuanto ella regresó, encontró y leyó la nota, se levantó, caminó altiva hasta el escritorio de la maestra y acusó a toda voz la afrenta: “¡Miss, mira lo que me escribió este Rafael!” Este Rafael, medio siglo después, vuelve a ponerse rojo mientras narra cómo le pareció que el mundo se detenía y se hacía chico, mientras todos los compañeritos, inmóviles, abrían grandes los ojos para ver qué iba a pasar después. Recuerda bien cómo la profesora desdobló el papel, lo leyó, seria, y miró con detenimiento lo que quedaba de ese niño que no respiraba y seguramente mostraba mucha sorpresa, muchísima culpa y mucho más terror. Después de unos segundos volvió a doblar el papel y sentenció, suavemente, pero con toda claridad y firmeza: “yo conozco perfectamente la letra de Rafael... y no es esta”.

Miss Tere murió hace tiempo, con pase directo al cielo. Cuando mi hermano lo cuenta, siempre pregunta: ¿y tú tienes algún profesor al que le vas a estar agradecido toda tu vida?

De mi profesor de matemáticas financieras, allá en mi primer intento de carrera, no recuerdo matrices ni logaritmos. Pero no se me olvida que lo primero que nos dijo, después de presentarse, fue: “Ustedes, que están aprendiendo a manejar, deben saber algo importante. Si alcanzan los 100 kilómetros por hora, el ángel de la guarda, que no es ningún tonto, se baja del coche. Ya ustedes sabrán.”

A la fecha, cuando el velocímetro se acerca a los tres dígitos, creo escuchar las palabras de ese maestro –Josefo–, suelto el acelerador y le agradezco.

Pancho, mi profesor de periodismo y asesor de tesis me devolvió la sonrisa extraviada un día de mi cumpleaños, en una época en que no me estaba gustando mi vida, la sentía vacía: ya no tenía universidad, ni trabajo, ni vida social. Supo acomodar las palabras precisas hasta hacerme reír. “Con esa sonrisa”, me dijo, “vas a volar hasta encontrar lo que te haga feliz, tienes todo para conseguirlo”. Así recuerdo y escucho aún esa conversación que me hizo ver las cosas de una forma distinta, que me inspiró, me convenció, me transformó. Treinta años después, le sigo enormemente agradecida.

Benditos todos estos maestros, los que nos felicitaron por un dibujo, aunque haya resultado mal logrado; que nos preguntaron, interesados, frente a una figura de plastilina sin forma: ¿qué es?; los que nos pusieron la mano en el hombro; que nos dijeron sí sabes, sí puedes, sé que lo vas a lograr. Los que algún día, silenciosamente, nos tuvieron en sus oraciones.

Que hoy, donde están, ignoran el alcance que tuvo su influencia.

Bendita su sabiduría, que rebasa por mucho todos los índices, los temarios, las notas, las bibliografías.

Benditos sus corazones.