OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

Madres

El que hoy la maternidad sea algo que va tan unido a la libertad de elección puede provocar que se valore menos ser mamá; pero también que se valore más, y desde todos los ángulos.

Un madre camina junto a su hija.
Un madre camina junto a su hija. Créditos: Pixabay
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Yo te esperaba, dice la canción. Yo te esperaba, le puedo decir a mi hija, le digo a mi hija, te esperaba desde que tengo memoria. 

La esperaba desde que jugaba a las muñecas, como hacen las niñas: con toda seriedad. Durmiendo cada noche con una montaña de ellas a cada lado, para que ninguna estuviera alejada, para que no se sintieran desplazadas, no fueran a creer que tenía mis preferidas.

Desde que, en el colegio, viajaba al futuro escribiendo posibles nombres en la última hoja de mi cuaderno.

Cuando finalmente llegó el momento, decidí seguir trabajando, como siempre lo había hecho, aunque lo más común en esa época era dejarlo todo para dedicarse en cuerpo y alma a ser mamá.

Encontré una guardería que ofrecía una maravilla que parecía del futuro –y sí: ahora, que es el futuro de ese entonces, es algo cotidiano, pero en ese tiempo era inimaginable–: había cámaras, páginas y contraseñas que permitían ver a los niños desde una computadora en el momento que fuera, toda una innovación. Justo lo que necesitaba para quedarme tranquila. 

Cumplido el período de incapacidad me presenté, tratando de recordar los argumentos y la convicción que me habían hecho llevarme hasta ahí, que parecían haberse desvanecido por completo. A cambio de la sillita que entregué, con todo y bebé, me ofrecieron un pañuelo; tomé todos los que me cupieron en la mano.

Los tiempos, en casi todo, han cambiado. También en algo que podría parecer lo más natural, como tener hijos; cada vez hay más conciencia, creo, de las implicaciones. Ha desaparecido, casi, la expresión “los hijos que Dios te mande”. A las mujeres cada vez les cuesta más la idea de que la única forma de ser mamá es olvidarse de una misma y limitar el mundo a los quehaceres y la cocina.

Debe ser distinto en diferentes lugares, pero al menos en el mundo que yo alcanzo a ver, creo que casi se ha borrado la noción de ser madre porque es lo que corresponde. Y no digo que eso aplique solo a quien decide no tener hijos o aplazar la idea, también creo que quienes deciden dedicarse totalmente a ellos cada vez lo hacen con más conocimiento y responsabilidad. 

Hace unos años, no muchos, que alguien dijera que no planeaba tener hijos ere motivo para que se hiciera el silencio y se pudiera percibir en el aire la conmoción que eso causaba. Hoy, entre los Millennials y los pertenecientes a la generación Z hay una tendencia a no querer tener hijos: ya sea para no tener ataduras sino libertad, por temas financieros, por el bien del planeta, o por lo que sea; lo que antes era extraño, hoy es cada vez más aceptado. En Instagram, la etiqueta #childfree tiene más de 300 mil publicaciones; y la de #NoMo (no mother), 200 mil. 

El que hoy la maternidad sea algo que va tan unido a la libertad de elección puede provocar que se valore menos ser mamá; pero también que se valore más, y desde todos los ángulos.

Borges era afortunado, porque era consciente de que sus padres lo  engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego.”

Es intentar enseñarles lo que sepamos de ese “juego arriesgado y hermoso de la vida”, formar a una persona con todo lo que podamos esperando que le sirva para ser feliz, cualquier cosa que esto quiera decir.

Por mi parte, estoy convencida de que sí se puede ser madre sin renunciar a la identidad: trabajar, estudiar, viajar, tener vida social, haciendo malabares para que el bebé se adapte a esa vida, y no al revés. Bueno, y cuando ya no es tan bebé, también.

Ahora bien: lo vale, más que cualquier otra cosa.

Ahora bien: fácil, fácil, no es.