Julien, Lucy, Phoebe, enlazan su canto con un hilo más denso que la sangre, que se funde con un abrazo de hermanas, cuya madre original vive muy en el pasado y muy en el fondo de sus almas. Cantan por quienes las llevaron a este momento, por ellas mismas, por el destino que las unió de nuevo.
Tras su inesperado EP homónimo de 2018, el supergrupo boygenius, integrado por las cantautoras Phoebe Bridgers, Julien Baker y Lucy Dacus, por fin lanza su álbum debut “the record”. A través de 12 canciones, las tres comparten historias, como si estuvieran en un viaje de carretera; se dan consejos, lloran, gritan y se divierten.
Julien protagoniza “$20”, en la que narra una aventura de rebeldía juvenil, que quizá en otra vida funcionó. Inyecta su estilo con guitarras grunge y abatimiento noventero. Sus amigas Lucy y Phoebe la acompañan, como risas de fondo por un recuerdo absurdo, pero también le dan la chispa para incendiar ese recuerdo, esa foto; los instrumentos poco a poco se queman, la batería truena, los acordes se derriten y las voces culminan en un alarido de humo.
Phoebe cuenta a sus amigas de un crush fallido, en “Emily, I’m Sorry”. Su voz, casi de susurro, recuenta lugares y momentos de una historia que deja incógnita. No hay detalles, solo remordimiento; canta perdón, esperando que el viento lo lleve hasta esa persona. A sus 27 años se siente perdida; la ansiedad acelera su corazón y retrasa el tiempo. Julien y Lucy la abrazan con una guitarra suave y palabras de consuelo al oído. Es todo, el ahora con sus hermanas… sana.
Lucy canta sobre un amor incondicional con su voz folk en “True Blue”. Recuerda cada momento de dicha y dolor, pero rescata aquellos que le dieron brillo a su cuerpo, donde el azul podía pintar el techo de cielo, y no las paredes de tormenta. Lucy comparte su corazón en cada verso, sus compañeras la arrullan y se embriagan de un nuevo amor, más vivo, más real.
El trío toma sus guitarras y convergen en un mismo sentimiento en “Not Strong Enough”. Sin una historia concreta, cantan sobre las veces en que dudaron de su valor, en las que les faltó un poco para ser “suficiente”. Cada una canta instantáneas de duda: “no sé por qué soy así”; ya no son historias personales, es el sentir de la banda. Como una revelación, declaran “siempre un ángel, nunca un Dios”. Al principio con miedo, pero cada nueva voz le inyecta energía, le da amor, hasta brillar en un coro unísono. Ahora, juntas son fuertes.
Julien, Phoebe y Lucy cantan sus sentimientos sin un género específico. Como integrantes de la comunidad LGBT+, no pretenden convertirse en voceras ni referentes ni mucho menos modelos a seguir, pero están felices de darle visibilidad a las personas queer. Aseguran que entre ellas se enamoraron; nació un amor más grande que de amigas o hermanas. Cada canción está impregnada de ese sentimiento, más allá de los recuerdos agridulces o amargos; cada coro y nota se siente como el abrazo de un clan que busca expandirse. Quizá el grupo pase como una estrella fugaz, y cada una regrese a su propia carrera, sin embargo, esta comunión de hermanas, de amigas, de amantes, perdurará por siempre.
Luis Antonio Durán Álvarez.