Actualmente y desde la antigüedad, las momias del antiguo Egipto han captado la imaginación y atención popular; sobre ellas se han creado cientos de libros de ficción, historietas, películas y series de TV.
Las técnicas de embalsamamiento capaces de preservar cuerpos durante milenios han fascinado a la sociedad y también a los científicos. Se trataba de un proceso largo, complejo e implicaba el uso de muchas sustancias diferentes. Pero los métodos y materiales utilizados para la momificación siguen siendo relativamente desconocidos.
Ancestrales escritos egipcios, textos de sabios griegos como Heródoto y Diodorus Siculus, indicios pictográficos arqueológicos y análisis de restos orgánicos de antiguas momias, han arrojado solo datos parciales y superficiales de la receta de la momificación.
Junto con las oraciones, la quema de incienso, la unción y envoltura del cuerpo, este proceso formaba parte de los rituales religiosos que, según creían los antiguos egipcios, era la manera de proporcionar un hogar permanente a las almas en el “más allá”. A lo largo de miles de años, consideraron que, de esta manera, transformaban a los muertos de seres terrenales a seres divinos.
Así, los egipcios conservaron artificialmente los cuerpos de humanos y animales. Durante siglos el método evolucionó, adquirió modas y se crearon estilos que se aplicaron conforme a la riqueza de las familias. Similar a lo que ocurre hoy en día en las empresas funerarias.
Ahora, un equipo de científicos de Egipto, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, encabezados por Maxime Rageot, de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich (LMU), ha revelado algunas de las sustancias que se usaban para momificar cuerpos y para partes específicas de este.
De acuerdo con un artículo publicado en la revista Nature, la más importante en el mundo de la ciencia, los científicos analizaron 31 vasijas de cerámica localizadas en un taller de embalsamamiento de los años 664-525 antes de nuestra era (a.n.e.), en Saqqara, Egipto, una antigua necrópolis que data de la Dinastía egipcia XXVI y que se encuentra a 30 km al sur de El Cairo.
El taller fue descubierto en excavaciones llevadas a cabo en 2016 por un equipo de arqueólogos y en él se localizaron diversas cámaras y gran cantidad de recipientes, vasijas, peceras y vasos de precipitado; algunas tenían inscripciones con textos que incluso brindan instrucciones de embalsamamiento como "poner sobre su cabeza" o "vendar/embalsamar con ella" y nombres de las sustancias.
La química del embalsamamiento
El equipo de investigadores encabezados por Rageot analizó los recipientes localizados en el taller y se percataron de que, a pesar de que transcurrieron miles de años, todavía había residuos de las sustancias que contuvieron y pudieron determinar muchos de los elementos y compuestos químicos que se usaron durante el proceso de momificación.
Por ejemplo, encontraron tres mezclas diferentes que incluían sustancias como resina de elemí, resina de árbol de pistacia, subproductos de enebro o ciprés y cera de abejas, que se usaban específicamente para embalsamar la cabeza y otras mezclas que se empleaban para lavar el cuerpo, la cabeza, o suavizar la piel.
Una de las metas principales de la momificación fue la desecación del cuerpo con natrón, una sal que se usa para fabricar jabón, tintes y vidrio. Se evisceraba el cuerpo, es decir, se le extraían los pulmones, estómago, intestinos e hígado y se extirpaba el cerebro (excerebración).
Los cuerpos se ungían por dentro y por fuera con diferentes resinas, pomadas y aceites para protegerlos de hongos y bacterias; en algunos casos se detenía la descomposición o putrefacción como parte fundamental del proceso, aunque no siempre se practicaba.
También encontraron que la antigua palabra egipcia “antiu”, que anteriormente se traducía como mirra o incienso, puede ser imprecisa, ya que en este taller no representaba una sola sustancia, sino una mezcla de aceites aromáticos o alquitrán con grasa.
Entre los objetos encontrados en el taller también hay vasijas rotas y completas, algunas de ellas con rastros de quemaduras, así como con goteos de sustancias hervidas en sus superficies exteriores.
De acuerdo con el artículo científico, entre los hallazgos hay 121 vasos de precipitados y tazones, un total de 59 vasos de precipitados de arcilla jaspeada y 62 peceras de colores rojos; algunos de ellos inscrito con textos hieráticos y demóticos que proporcionan instrucciones de embalsamamiento y nombres de sustancias embalsamadoras, por ejemplo, ‘sefet’ o ‘dry antiu¡ y a veces con el título del administrador del taller de embalsamamiento o de la necrópolis.
Como nunca antes, el conjunto de la información analizada y obtenida permitió a los investigadores comprender qué sustancias químicas se usaron y cómo se mezclaron, nombraron y aplicaron.
Con los siglos, los especialistas en la momificación, que eran verdaderos eruditos llamados embalsamadores ritualistas (auténticos ingenieros químicos), refinaron el proceso hasta lograr, en alrededor de 70 días, en los que transformaban un cuerpo vulnerable en una momia duradera, una momificación casi perfecta.
“Desde una perspectiva química, la práctica evolucionó a partir de la simple preservación natural (a través de la desecación), a través de un tratamiento de protoembalsamamiento durante tiempos prehistóricos, que iniciaron alrededor de 4300-3100 a.n.e., hasta los sofisticados procedimientos faraónicos de desecación antropogénica (usando natrón), excerebración, evisceración y el uso de antibacterianos, antifúngicos, materiales de barrera y fijadores”, señala el artículo científico.