OPINIÓN LUIS ANTONIO DURÁN

'Chill Kill': Bella tragedia, oscura esperanza

Irene, Seulgi, Wendy, Joy y Yeri, mejor conocidas como Red Velvet, regresan con su tercer álbum de larga duración.

Irene, Seulgi, Wendy, Joy y Yeri, conforman Red Velvet.
Irene, Seulgi, Wendy, Joy y Yeri, conforman Red Velvet. Créditos: @RVsmtown.
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De las sombras de la tranquilidad aparece un espíritu: ¿recuerdo, fantasma o aparición? Una entidad que destruye la paz, un chill kill. Un juego de luz y sombra, de tragedia y esperanza. La incertidumbre de estar en medio: la posibilidad de encontrar luz con quien te hizo daño o permanecer quieta con las ruinas tras el desastre.

Irene, Seulgi, Wendy, Joy y Yeri, mejor conocidas como Red Velvet, regresan con su tercer álbum de larga duración, “Chill Kill”. A través de 10 canciones, el quinteto mezcla de una forma madura la dualidad de su concepto: el brillo y la energía del Red, con la suavidad y elegancia del Velvet.

Tanto la música como la letra reflejan ese frágil equilibrio de opuestos. En “Knock Knock (Who’s There?)”, los sonidos de una caja musical abandonada se deforman en la bruma de un cuarto abandonado, los violines-cuchillo destazan las paredes, mientras las chicas se debaten sobre qué camino tomar: unas quieren iniciar el juego y otras quieren huir del posible desastre. Ángel y diablo sobre los hombros. ¿Abrirán la puerta?

Las Velvet nos sumergen en una historia de amor en “Underwater”. Los sonidos se diluyen en el eco del agua; el beat retumba como olas contra la piel; las notas de un sintetizador se pierden como la luz de un pez ultramarino buscando su presa. Las chicas añoran un amor que se hunde en el océano; sólo desean un abrazo, un beso más; se lanzan a la profundidad en busca de una esperanza entre el frío y la oscuridad.

El brillo de una guitarra espanta las dudas del quinteto en “Will I Ever See You Again?”. Seulgi y Wendy abren la herida de una relación a punto del adiós, aferradas a encontrar una solución a pesar de que el amor se ha desvanecido. Olas de sintes azotan las voces de las chicas, quienes piden otro momento de luz; un faro al cual agarrarse.

Wendy, Irene y Seulgi se bambolean en un vals macabro en “Nightmare”, la pesadilla de una despedida real. El frío envuelve a las narradoras, que se desprenden poco a poco de su amor, como hielo resquebrajándose. Hasta que una luz aparece en coro: sólo fue una pesadilla, pide un deseo para estar un momento juntos de nuevo, todo estará bien de nuevo. Sin embargo, el frío de un rap vuelve y permanece. Todo, como el sueño, fue una ilusión.

“Soy tu poeta, soy tu dolor”, declaran las cinco mujeres en “Bulldozer”. El brillo Red enciende su actitud, que se expande con sus coros Velvet. El quinteto se monta en una máquina destructora de terciopelo capaz de romper cualquier límite, cualquier chill kill. Son las dos caras de la misma moneda, son todas las decisiones que toman y dejan, las que sanan y destruyen, las que añoran y crean, las que cantan y rapean, las Red Velvet.