Al hacerme estas dos preguntas surgió el tema de fondo: la reflexión sobre la vida y las diversas maneras de abordar la muerte. Todos nosotros hemos tenido la experiencia de vivir el fallecimiento de abuelos, padres, hermanos, parejas, hijos, amigos en la que hemos generado una mayor conciencia de la certeza de la muerte. ¿Quién no ha pasado por esto?
Hoy vivimos una época diferente a cualquier etapa anterior, ya que convivimos todos los días con el vértigo propiciado por el imperio de la inteligencia artificial en las nuevas tecnologías, las redes sociales y el internet. Esta velocidad con la que vivimos ha cambiado nuestros patrones de conducta, nuestra manera de relacionarnos, nuestros ritos, nuestros símbolos, nuestros afectos y también nuestras expectativas.
El mundo tan acelerado que vivimos ha despertado esa antigua pretensión, de hace miles de años, de extender lo más posible la vida, pero ahora envalentonada con la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías.
Ahora los multimillonarios buscan retrasar el envejecimiento celular con afán y han invertido activamente en ello. Tal vez como una manera de enfrentar sus temores hacia lo desconocido, pero también para intentar mantener el control, el poder y disfrute sobre los recursos que manejan.
Esta coyuntura se me hizo interesante y encontré que había suficiente materia prima como para escribir una novela que explorara este tema universal, que nos toca y une a todos, adultos, jóvenes de cualquier parte del mundo y me permitiera comprenderlo un poco mejor que antes.
Entonces, encendida esta curiosidad, me puse a investigar con entusiasmo y a imaginar personajes entrañables con los cuales nos pudiéramos identificar y que vivieran una trama con acción, suspense, tensión dramática sobre los dilemas éticos que surgen al contrastar la condición de finitud del ser humano con la antigua pretensión de prolongar la vida y evitar la muerte, pero ahora apoyada con la biotecnología y la inteligencia artificial.
Lo Breve propone una reflexión sobre optar por la reconciliación con la muerte porque quien no se reconcilia con ella nunca llega a reconciliarse con la vida. Amar la vida es amar también a la muerte, porque la muerte forma parte de la vida. La trama aborda el viaje emocional del protagonista, el biomédico Pedro Romero, la ansiedad que le genera la posibilidad de la muerte y su ambición de disponer de la fórmula médica de la eterna juventud para lograr ganar el Premio de Vanguardia en Biomedicina. En el camino para lograrlo, tiene que sortear un sinfín de obstáculos que le provocan su quiebre emocional y que lo llevan a la interna transformación hasta llegar a aceptar la muerte como parte del proceso de la vida.
Cuando somos jóvenes estamos seguros de que la muerte es algo que le sucede a alguien más, que es algo que no nos va a tocar a nosotros y por lo tanto no queremos pensar en ella; en la mediana edad, comprendemos que vamos a morir, pero creemos que viviremos varias décadas antes de que eso pase. Al alcanzar la vejez sabemos que moriremos. No hoy, pero pronto, algún día cercano. En esta etapa tenemos dos alternativas: elegir la amargura de la queja como modo de vida por el vértigo que nos causa el mundo que vivimos y la disminución de nuestras facultades u optar por la gratitud y la celebración de seguir vivos cada mañana y mantener la calma, la serenidad en medio de la vorágine de la vida hipermoderna y de los retos físicos que tengamos.
No tememos al hecho de la muerte. Tememos al salto al vacío, el paso hacia un espacio desconocido. Solo tememos lo que no comprendemos. La muerte es más simple, es la terminación de los miedos: el miedo a envejecer, a perder lo que tenemos, a la muerte de nuestros seres queridos. En el momento en que uno llegara a sentir su sonrisa en el aire, ¿Por qué no abrazarla con alegría, tomarla de la mano y caminar o volar juntos?
La novela sugiere la idea de que la vida tiene que ser intensa, no extensa, breve, pero ancha, alta y profunda. Que la muerte no está mal pensada, ya que da intensidad y exaltación a la vida. Si fuéramos eternos la vida sería plana, aburrida, siempre estaríamos postergando todo para hacerlo en un mejor siglo. También llama a la acción y plantea que la mayor invitación a vivir con plenitud es la aceptación consciente de la certeza de nuestra finitud y que, con inteligencia artificial o sin ella, vivamos lo que nos toque vivir con la máxima conciencia, amorLa novela sugiere la idea de que la vida tiene que ser intensa, no extensa, breve, pero ancha, alta y profunda. Que la muerte no está mal pensada, ya que da intensidad y exaltación a la vida. Si fuéramos eternos la vida sería plana, aburrida, siempre estaríamos postergando todo para hacerlo en un mejor siglo. También llama a la acción y plantea que la mayor invitación a vivir con plenitud es la aceptación consciente de la certeza de nuestra finitud y que, con inteligencia artificial o sin ella, vivamos lo que nos toque vivir con la máxima conciencia, amor y alegría con nosotros mismos, con los demás y con el planeta en el cual vivimos. Recuerdo un poema de Nezahualcóyotl, nuestro tlatoani poeta y filósofo: Aunque sea de jade se quiebra / aunque sea de oro se rompe / aunque sea de plumaje de quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra / sólo un poco aquí. Y así fue cómo surgió la escritura de la novela Lo Breve, que se volvió para mí en una especie de himno a la vida cantándole a la muerte.