OPINIÓN LETICIA GONZÁLEZ MONTES DE OCA

Luis Miguel

A las nueve de la noche en punto apareció en el escenario. Impecable: traje y corbata negros, camisa blanca de mancuernillas, almidonada; pañuelo con la medida perfecta asomando del bolsillo.

Luis Miguel en concierto.
Luis Miguel en concierto. Créditos: Cuartoscuro
Escrito en OPINIÓN el

Audio relacionado

Su navegador no soporta la reproducción de audio por HTML 5
Opinión de Leticia González

Era la primera noche fría del año. Aún falta un mes para Navidad y el tráfico ya está desquiciado. Tres horas son suficientes para viajar a otras ciudades, pero no para moverse dentro de la Ciudad de México, aquí no hay anticipación que alcance, así que cuando se veían no tan lejos las luces del recinto, bajamos de la camioneta que hacía rato no se movía y seguimos a pie, entre puestos en la banqueta, patrullas bloqueando el paso, revendedores, y otros setenteros, ochenteros y noventeros que también iban al concierto. Mientras, un helicóptero, con El Rey dentro, descendía.

A las nueve de la noche en punto apareció en el escenario. Impecable: traje y corbata negros, camisa blanca de mancuernillas, almidonada; pañuelo con la medida perfecta asomando del bolsillo. Entre gritos, veinte mil personas lo recibimos de pie y ya nunca nos volvimos a sentar:

No sé qué está pasando, que todo está al revés?que tú ya no me besas tal como ayer

El público se volcaba cantando y coreando, pasando de esos besos desgastados a otros recién llegados:

Sentir que tus besos se anidaron en mí?Igual que palomas mensajeras de luz

Saber que mis besos se quedaron en ti

haciendo en tus labios la señal de la cruz

La noche transcurría suave, entre letras que narraban la película de nuestras vidas, en donde todos nos reconocíamos, culpables o no, viajando en el tiempo.

Cantamos, cantamos y cantamos.

Cantamos esas mismas frases que hemos cantado en tantos lugares, momentos y edades.

… Yo te necesito como el aire que respiro, como huella en el camino, como arena al coral, te necesito…

Con cada canción, el nudo de la corbata -y el de nuestras gargantas- se aflojaba. Como siempre, el sudor empapaba su cara enmarcada en esa mandíbula cuadrada, como esculpida por Miguel Angel; y, como siempre, las venas de su cuello se hinchaban, casi amenazando con estallar.

En algunos palcos no aguantaban la tentación de tener el espectáculo del Rey enfrente y el partido de la Selección de fútbol en la pantalla; así que por un rato el ambiente se llenó de una mezcla entre cantar “Hasta que me olvides” y llevar la cuenta de los goles y los minutos restantes del tiempo extra. El entusiasmo de las primeras notas de una canción luchando con la angustia de cada uno de los tiros penales; así de raro, pero nada distinto a como es, finalmente, la vida.

Cuartoscuro

Del estilo y lis movimientos sensuales pasó a la modalidad 100% romántico, con sus veinte músicos vestidos de etiqueta, las coristas de lentejuelas, de largo, y, como telón de fondo, la luna brillando en plenitud.

Estuvo presente el legado del maestro Manzanero, creador de letras eternas y de verbos que jamás podré volver a repetir. No sé tú.

Solamente una vez cantó a Agustín Lara, seguida de Nosotros, el bolero cubano más triste que jamás se escribió.

Cantó Smile a modo de homenaje y dueto virtual con Michael Jackson. Quizá su sonrisa no es tan espontánea como la de aquel niño que se quitaba el pelo largo de la cara una y otra vez, con los dientes separados, que se comía el micrófono con una voz que aún no mutaba, pero, ¿la de quién sigue intacta?

Cantó Come Fly with Me con un Sinatra -que hoy tendría 108 años- en blanco y negro en la pantalla, y la orquesta sonando al estilo de las grandes bandas. Al cantar la estrofa Down to Acapulco Bay brilló con aquel otro sol del puerto que lleva en los surcos de su piel.

Cuartoscuro

En plena fecha patriota irrumpió el Mariachi Vargas, haciendo vivir a trompetazos la emoción de la fiesta mexicana. Con La Bikina, el teatro entero se caía; él, ahora en camisa abierta hasta el pecho, en “La Media Vuelta” entregaba la voz entera.

Quizá la mayor interacción con su público incondicional fue cuando enmudeció para que se oyeran nuestras voces cantando su himno a capela “la historia de un amor que no fue nada”, y parecía que se emocionaba.

Cerró con letras que resultan imposibles de separar de Acapulco: La chica del bikini azul, Isabel, y Cuando calienta el sol.

Y ni media palabra. No dijo ni hola ni adiós. Hizo lo que sabe hacer como un dios: cantar, cantar y cantar. La soberbia se le perdona a quien maneja el escenario con  soberbia. Por momentos pensaba, ¿y este divo quién se cree? ¿Luis Miguel?