OPINIÓN GUSTAVO LLORENTE

La vida es una narcisista

¿Qué podrías hacer ante esa persona que te enamora, establece los términos y condiciones, nutre el apego y si te sales de la raya te castiga?

Por el azar de nacer nostálgico o, quizás, por una serie de palabras que implantó en mi inconsciente la partera.
Por el azar de nacer nostálgico o, quizás, por una serie de palabras que implantó en mi inconsciente la partera.Créditos: Pixabay
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Por el azar de nacer nostálgico o, quizás, por una serie de palabras que implantó en mi inconsciente la partera, mientras yo tenía la guardia baja en la incubadora, y me inclino por esta última, desde muy temprano desarrollé angustias y sensibilidades del tipo existencialista. Es fecha que no logro articular, o siquiera plantear, una sospecha que me apanicaba de madrugada, dejándome en estado de shock y mirando fijamente el techo a oscuras, como intentando ver a través de él para encontrar alguna respuesta. Fue la causa de mis primeros insomnios.

Sospechaba que la vida, en sí misma y como parte de las funciones de su cuerpo, se encarga de convencer a las personas de no querer vivirla, hasta lograr que de cada boca o mente salga un: “hasta aquí”; y ojo, no en un tono suicida o iracundo sino, justamente, de forma convencida. Es decir, que desde el planteamiento inicial de la experiencia humana, ya está presupuestado que la vida, sí o sí, en algún tramo, termina por persuadir a todos de que la muerte es una mejor opción.

Lo tiene calculadísimo. Por más que en años anteriores, ya previendo lo que digo, la elección personal hubiera sido alargar la estancia por encima del promedio o, se haya pretendido por un instante, contar con la futura posibilidad de llegar a un convenio modificatorio tras cumplir cierto plazo, no hay alternativa, desaparece cualquier clase de pacto e insinuación de prórroga. Lo que es igual a decir que, la vida, nos trae a sabiendas de que siempre gana ese debate y no asigna ningún valor a que te des cuenta de ello. No por reflexionar al respecto se compra tiempo.

En resumen, la vida conoce sobre el desgaste gradual. Las vivencias que ablandan. El cerebro cansado. Las mañanas desanimadas. La monotonía. Los achaques. Las culpas. Los arrepentimientos. Las realidades que disgustan. Y lo contiene todo dentro de un proceso psicológico que convence sin margen de error y sin considerar opciones; y no me refiero al ciclo evolutivo y biológico de los seres humanos. Con estas sensaciones innecesarias, el tamaño del temor de aquellas noches, las que vinieron después y las actuales, fue igualado por el de la impotencia que combinaba, y combina, cierta rabia que produce contemplarlo, ya que me siento burlado y engañado.

En este primer acercamiento escrito, a falta de soluciones, me sobrevino un pensamiento crucial: la vida es una narcisista. No es necesario psicoanalizarla, es evidente: te trae sin que se lo pidas, en distintas facetas te enamora, establece los términos y condiciones, construye un vínculo de apego y, si por alguna razón te sales un poco de la raya, a pesar de que la naturaleza dicta que casi siempre será así, castiga con una fuerza desmedida para situarte en tu lugar. Finalmente, y es de lo que trata todo lo anterior, le da clausura a la existencia, sin que puedas juntar el pulgar con el índice para decir un rápido: ¡espérame tantito!

Ante el destino inevitable, lo único que se puede hacer es conseguir algunas victorias en el trayecto que inicia en los brazos de la partera. Entre sueños, pensé que la mejor manera de comunicarlo sería con una comparativa. ¿Cómo puedes salir de la trampa de un narcisista o una narcisista, digamos, estando en una relación? Encontré dos respuestas. La primera no sirve de nada. Es dejando de ponerle atención para así salirte del juego, pero pues ya que estamos aquí no hay adónde orillarse. Y la segunda, es más simple. Suponiendo que, por variedad de factores, el lazo que une la relación jamás se rompe, como el de la mismísima vida cuando se vive, ¿qué podrías hacer ante esa persona que te enamora, establece los términos y condiciones, nutre el apego y si te sales de la raya te castiga? Con sus bemoles, la jugada maestra sería quitar seriedad al tipejo o la tipeja. Eliminando las demandas y expectativas para que, al hacerlo, se ilumine la brecha por donde puede ser disfrutado o disfrutada. Con todo y su narcisismo.

Gustavo Llorente

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