OPINIÓN HÉCTOR ZAGAL

Pleitos filosóficos

Antes de que sus ideas filosóficas alcanzaran la relevancia que hoy tienen, David Hume era mejor conocido por su trabajo como historiador y Rousseau se la había pasado de escándalo en escándalo.

Este es un pleito entre David Hume y Jean-Jacques Rousseau.
Este es un pleito entre David Hume y Jean-Jacques Rousseau.Créditos: Wikimedia Commons / Canva
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Hoy les vamos a contar del pleito entre dos filósofos que dio mucho qué de que hablar en Francia e Inglaterra: la pelea entre David Hume y Jean-Jacques Rousseau. Y no, no hablaremos de una discusión filosófica, sino de un pleito bastante vulgar.

Antes de que sus ideas filosóficas alcanzaran la relevancia que hoy tienen, David Hume era mejor conocido por su trabajo como historiador. Y por cierto, también fue comerciante. Gracias sus habilidades como historiador, consiguió buenos empleos públicos.

Pero no fue fácil al principio. Por un lado, su escepticismo no caía nada bien en los círculos cristianos. Además, en Inglaterra había un fuerte prejuicio anti-escocés. Por si fuese poco, en Escocia, su país natal, tampoco se reconocían sus méritos. El Conde de Bute, primer ministro escocés, había nombrado a otra persona como Historiógrafo Real de Escocia antes que a él.

Las cosas se “arreglaron” para Hume cuando el gobierno inglés lo mandó a Francia para ser el subsecretario del embajador Lord Hertford. Allí no sólo recibió el reconocimiento intelectual que merecía y se convirtió en un personaje popular en las tertulias y cafés de de la clase alta parisina.

A la par, durante ese tiempo, Rousseau se la había pasado de escándalo en escándalo. Su libro “Contrato social” había sido censurado y su obra “Emilio” fue una declaración contra la Iglesia, pues argumentaba que el clero no debía encargarse de la educación de niños y jóvenes. Rousseau tuvo que huir de varios países hasta que finalmente regresó a su natal Suiza. Allí, sin embargo, un grupo de adversarios, animados por el alcohol, apedrearon su casa, poniendo en peligro su vida.

Es en este punto donde las historias se entrelazan. Sin tener otro lugar adónde ir, Rousseau le pidió ayuda a su amiga, Madame de Boufflers. La mujer recurrió a Hume, quien estaba enamorado de la aristócrata francesa.

Por supuesto, Hume aceptó inmediatamente, aunque sus amigos cercanos empezaron a prevenirle de que era mala idea hacerlo. Personajes de la Ilustración, como el mismo Diderot le advirtieron que Rousseau era un canalla y que, si lo ayudaba, con el tiempo se arrepentiría. Hume ignoró tales advertencias y, en 1765, regresó junto con Rousseau a Inglaterra.

Hume lo procuró y le consiguió los mejores asilos con sus amigos más ricos. Rousseau, en agradecimiento, llenó de elogios a su salvador. Sin embargo, la amistad les duró poco pues Rousseau comenzó a ver con recelo a Hume.

De alguna forma, se le metió la idea de que Hume era parte de un grupo de espías que interceptaba su correspondencia y revisaba en secreto los textos que escribía. Entonces Rousseau, para mostrarle a Hume que no se iba a dejar, se separó de él y comenzó a lanzar injurias en contra de su benefactor.

Como Rousseau gozaba de una cierta fama, la reputación de Hume comenzó a degradarse en varios sitios, entre ellos, Francia. Aquí la cosa se agravó pues, para Hume, Francia había sido el único lugar que verdaderamente lo había arropado

A pesar de ello, la fama de Rousseau pudo más que Hume. Los que antes eran compañeros de velada del escocés se olvidaron de él e incluso llegaron a publicar un “Relato conciso y auténtico de la disputa entre el señor Hume y el señor Rousseau” donde, claro, favorecieron la versión de Rousseau.

¡Atrévete a saber! Sapere aude!

@hzagal

(Oscar Sakaguchi y Héctor Zagal, coautores de este artículo, son co-conductores del programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal en MVS 102.5 todos los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00)