Un riff se abre paso por la calle llena de vidrios rotos. Sus majestades satánicas están de vuelta, caminan a paso firme. Los años sólo son números. La música es energía, es actitud, es vida. Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood cantan “don’t be angry with me”; a sus 80 años siguen enfrentando al mundo como rebeldes eternos, ahora incluso a la muerte. Ante el inevitable final, disfrutan una canción más.
The Rolling Stones viven rock n’ roll a tope con su vigésimo cuarto álbum, “Hackney Diamonds"; el primer disco con música nueva en 18 años (desde “A Bigger Bang” de 2005) y el primero tras el fallecimiento del baterista Charlie Watts. Tras un tiempo en giras, proyectos alternos y canciones sueltas, la banda regresa con una muestra de su legado musical.
A diferencia de otros artistas que, en sus “últimos años”, deciden reflexionar sobre la muerte y el mundo que dejarán, Mick opta por vivir el momento. En “Get Close”, canta como si lo hiciera al oído de una chica. La magia de la música revitaliza su cadera y prende las palabras de su boca: pasemos un buen rato mientras el diablo destruye mi andar; disfrutame esta noche y ya mañana veremos si la vida me da.
En 60 años de carrera, los Rollin’ han perdido muchos amigos, y cada año son menos los que quedan. Sin embargo, cada reunión es un momento de celebración. En “Bite My Head Off”, Paul McCartney toma el bajo y se une al grito de Mick. No se dejarán morir tan fácil sin soltar unos cuantos (y últimos) golpes al establishment. Asimismo, este legado se mantiene vivo con las nuevas generaciones que han marcado, como el propio productor del disco, Andrew Watt, quien logró capturar la esencia de los Stones con una calidad actual; no es retro ni anticuado, es rock n’ roll original para audífonos de la Gen Z.
Antes de partir, Charlie Watts da la cuenta una última vez para “Live By The Sword”. Mientras que, Bill Wyman completa la sección rítmica original con su bajo. La banda revive, está reunida para sentenciar su manifiesto: viven por la música y morirán por ella. A este ritmo, le siguen el paso las manos de Elton John, quien disfruta este paseo en convertible sobre la ciudad desolada llena de “hackney diamonds”, (los vidrios rotos tras la fiesta de un sábado por la noche).
Aún con las voces del paraíso llamando, ni las reuniones ni la fiesta acaban. En “Sweet Sounds of Heaven”, Stevie Wonder y Lady Gaga llegan a casa de los Rolling para el gran final de la noche. Son amigos que improvisan en la sala luego de unos tragos. Las teclas de Stevie bailan con soul, mientras Gaga luce como la solista de un coro gospel. Un viaje directo al resplandor de la cima. ¡Pero alto! No es el final todavía. Quedan muchos gritos, muchas notas, mucha energía por salir. Agregan más y más compases hasta que los brazos caigan, y aún ahí, agregan más y más. El túnel, la luz, el final, la muerte pueden esperar. Hoy disfrutamos por los que ya no están, por nosotros, por los que vienen. Sigamos rodando con música… que nunca acabe.