Los mayas y olmecas usaban el calendario mesoamericano de 260 días hace 3 mil 100 años, esto es, casi mil años antes de los primeros registros escritos, señala una investigación publicada en la revista Science Advances, de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia.
Debido a la ausencia de registros tan tempranos en los sistemas de escritura en la historia de ambas culturas, los científicos encabezados por Takeshi Inomata, de la Universidad de Arizona, encontraron pruebas del uso de este calendario astronómico en la configuración y arquitectura de los antiguos complejos urbanos y ceremoniales.
Estas construcciones fueron las primeras expresiones materiales de los conceptos básicos de los calendarios mesoamericanos en complejos arquitectónicos que compartían patrones estandarizados de “plazas” rectangulares, algunos de ellos orientados hacia el Sol en fechas específicas.
“Los planos de las ciudades que simbolizan cosmologías han sido reconocidos desde hace tiempo como un elemento definitorio de las civilizaciones mesoamericanas”, señala Takeshi Inomata. “Los orígenes de las configuraciones espaciales formales son, por tanto, la clave para entender las primeras civilizaciones de la región”.
Los investigadores utilizaron imágenes aéreas obtenidas por la tecnología LiDAR (acrónimo en inglés de Detección y Rango de Imágenes Láser), que envía pulsos láser desde un avión para detectar restos arqueológicos ocultos debajo de extensas zonas de vegetación, maleza y suelo de la selva.
Así observaron extensas regiones del sureste mexicano, en una área de 84 mil 516 km2 desde la zona central olmeca hasta las tierras bajas mayas occidentales, donde se identificaron 33 mil 935 complejos arquitectónicos y grupos de montículos. Entre ellos, 478 que fueron complejos estandarizados, muchos de ellos inexplorados, que datan del período Formativo de la antigua Mesoamérica, entre los años 1100 antes de nuestra era (a.n.e.) y 250 años después de nuestra era (d.n.e).
Especialmente destacan los complejos del Usumacinta del Formativo Medio (UFM), que consiste en una extensa formación rectangular definida por una serie de montículos a lo largo de sus bordes. En su centro se encuentra el llamado conjunto Grupo-E, que generalmente está formado por una pirámide occidental y una plataforma alargada oriental que flanquea una plaza.
Los Grupos-E se encuentran en muchos centros formativos a lo largo de las tierras bajas mayas, que los investigadores consideran que probablemente sirvieron como centros ceremoniales comunitarios.
El cielo, guía arquitectónica mesoamericana
“Los estudios arqueoastronómicos han demostrado que los edificios cívicos y ceremoniales importantes en Mesoamérica estaban orientados en gran medida a la salida o puesta del Sol en fechas específicas, pero el origen y la difusión de las prácticas de orientación no estaban claros”, indican los especialistas en el estudio.
Teniendo en cuenta la importancia de la astronomía en las civilizaciones antiguas, no es sorprendente que, quizá más a menudo de lo que se ha reconocido hasta ahora, el cielo proporcione las claves del orden espacial en el plano terrestre. Como si el cielo fuera la guía arquitectónica de las culturas mesoamericanas.
De hecho, la investigación arqueoastronómica sistemática en Mesoamérica ha demostrado que las orientaciones arquitectónicas exhiben una distribución no aleatoria que solo puede explicarse con el uso de puntos de salida y puesta de cuerpos celestes como objetos de referencia.
La mayoría de las orientaciones se refieren a amaneceres y atardeceres en determinadas fechas. Los intervalos intermedios suelen ser múltiplos de 13 y 20 días, lo que indica una relación con los calendarios mesoamericanos, particularmente con el ciclo de 260 días, en el que una serie de signos de 20 días se entrelazan con números del 1 al 13.
“El ciclo de 260 días se materializó en los primeros complejos monumentales conocidos de Mesoamérica y se usó para programar ceremonias estacionales relacionadas con la subsistencia”, dice Sprajc, del Centro de Investigación de la Academia Eslovena de Ciencias y Artes. “No podemos estar seguros exactamente de cuándo y dónde se inventó”.
Al analizar las orientaciones de una gran cantidad de complejos ceremoniales a lo largo de la costa sur del Golfo, los investigadores observaron el patrón de distribución de fechas marcadas por alineaciones solares que indican su significado ritual astronómico, especialmente los complejos construidos entre 1100 y 750 a.n.e., que representan la evidencia más temprana del uso del calendario de 260 días, más de nueve siglos antes de su uso conocido anteriormente.
“El sitio UFM más grande en nuestra área de estudio fue Aguada Fénix (Tabasco) con su meseta artificial principal que mide mil 400 m de largo, 400 m de ancho y hasta 15 m de altura”, señala el artículo. “Los resultados de la excavación sugieren que una gran parte de la meseta se construyó entre 1100 y 750 a.n.e., lo que la convierte en la estructura más antigua y voluminosa conocida hasta ahora en el área maya”.
Aguada Fénix y otros complejos como Buenavista y El Macabil (también en el estado de Tabasco y Veracruz) se diseñaron de acuerdo con patrones en forma de cuadrícula a gran escala que se extendían más allá de una gran plaza rectangular, y en sus alrededores hay 20 estructuras distribuidas a las orillas y alrededor.
Para los científicos estos patrones indican que las orientaciones y formas de esos complejos fueron concebidas antes de que comenzara su construcción. “Tienen 20 plataformas de borde, que probablemente representan la unidad base de los calendarios mesoamericanos”.
Estos datos de alineación, reflejan la atención prestada tanto al movimiento anual del Sol como a otros eventos celestes, incluidos Venus y los fenómenos lunares y sus regularidades, todos ellos revelan que las observaciones que condujeron al conocimiento astronómico sofisticado de los períodos Clásico y Posclásico estaban en marcha un milenio antes de que fuera atestiguado por primera vez en registros escritos o epigráficos.
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