Hoy 10 de septiembre es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio según lo estableció desde el 2003 la Organización Mundial de la Salud (OMS)como el día en que los países miembros a los diversos organismos erradiquen los estigmas a una enfermedad considerada una pandemia silenciosa en este siglo XXI.
Se trata de un problema de salud pública a nivel mundial que su ascenso en casos cada vez de edades más tempranas, alarma y alerta a las naciones y los centros de estudios de la conducta humana a replantear estrategias preventivas y acciones colectivas que eviten el suicidio. Siendo las dos principales causas en la Región de las Américas: el estigma social y la falta de conciencia pública en políticas preventivas que derivan al aumento gradual en la última década de casos de suicidio.
Según las cifras oficiales de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio en la región de las Américas en 2019, cerca de cien mil personas murieron por suicidio y 20 veces más intentaron quitarse la vida. Y desde 2020 –año de la pandemia y los problemas derivados a la crisis ambiental y cambios climáticos– la cifra a nivel mundial registra un número contante: 703 mil personas se suicidan tras numerosos intentos, es decir, uno cada 40 segundos. Siendo la quinta causa de muerte en esta región, la tercera entre los jóvenes de 20-24 y la quinta entre adultos de 50-55 años en América Latina.
Se trata de un problema de salud mental pública global que cada vez se encuentra más cercano en las familias, entre los jóvenes y mujeres. A pesar de las acciones preventivas que los organismos especializados, las instancias médicas, psiquiátricas y los países han comprometido programas, esfuerzos y recursos. Hay una constante: la falta de campañas mediáticas preventivas permanentes sobre detención oportuna para evitar se llegue a intentar y consumar un suicidio.
Para la OMS una de las principales causas que ha incrementado los suicidios en la región de las Américas es la complejidad para acceder a los sistemas sanitarios especializados que de forma oportuna, temprana y preventiva detecten estados depresivos, conductas suicidas y por consiguiente eviten su consumación. Además de los problemas derivados con las crisis de salud mental y social. Pero en casos como el de México se considera otro factor de riesgo el acceso a medios letales: armas, fármacos y conductas de violencia normatizada sobre todo entre los hombres.
El Instituto Nacional de Psiquiatría ha emitido algunas recomendaciones a partir de los últimos años por la pandemia, donde alerta sobre los suicidios impulsivos que cada vez más son factores y causales entre los jóvenes como es la facilidad con que se acceden a sustancias, objetos y métodos en las redes sociales para terminar con la vida. El papel de las familias, los entornos sociales y las instituciones de salud son claves en la prevención y tratamiento para una enfermedad silenciosa, prejuiciosa y en subregistro que son los otros factores que impiden su dimensión y acción oportuna.
Como han advertidos los organismos internacionales no hay salud sin salud Mental, invertir en programas, campañas permanentes, promoción social e incrementar las estrategias de primer nivel de depresión son claves para disminuir las cifras de suicidios que requieren ser visibilizados en su dimensión multifactorial en países como el nuestro, con enfoque de género, de contexto y situación social y colectiva como es la delincuencia, el pobreza, las adicciones, la crisis económica y la clasificación errónea de causas mentales que limitan un trabajo y acciones preventivas.
Bajo el lema “Crear esperanza a través de la acción” este 2022 la OMS y los organismos de la Región de las Américas, entre ellos México impulsan programas que contribuyan a mitigar los factores de riesgo, potenciar los factores de protección para fomentar la resiliencia, a través de acercarse a los sistemas y clínicas de salud pública para ser canalizados con especialistas en salud mental. Es quizá el primer paso sin estigma ni silencio prevenir un suicidio.