El Presidente de la República adelantó la carrera por la sucesión. Ya destapó sus “corcholatas”, por utilizar su propia expresión. Ebrard, López Hernández y Sheinbaum son las corcholatas finalistas, aunque recientemente añadió a la lista a Rodríguez, la Secretaria de Seguridad. ¿Por qué adelantar la lucha por la sucesión? ¿No es arriesgado?
Me parece que son tres los motivos que explican este comportamiento de López Obrador.
El primero es que el destape le permite seguir marcando la agenda mediática. Las redes sociales y buena parte de los analistas concentran su atención en este punto. El Presidente sabe hacia dónde dirigir los reflectores. Para prueba basta un botón: aquí estoy yo, tocando el tema de la sucesión presidencial y no el tema de la violencia en Guerrero…
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El segundo motivo: comenzar la precampaña. Al destaparlos con tanta antelación, el Señor Presidente les está brindando la oportunidad de “placearse”. Para cuando la oposición designe candidatos presidenciales, el candidato de Morena ya tendrá un largo trecho recorrido. La oposición está llegando con dos años de retraso.
Tercer motivo: el Señor Presidente consolida su liderazgo en Morena. Se ha convertido en el gran elector o, por decirlo con sus propias palabras, en “el destapador”. López Obrador se ha constituido en el árbitro del partido.
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Cuarto motivo: el Presidente está probando a sus posibles sucesores. Quiere medir su lealtad al proyecto de la 4T. Quiere observar que tan independientes son y hasta dónde están dispuestos a llegar para conseguir la silla presidencial. Poner a luchar a los presidenciables entre sí desde ahora es un experimento de química política.
¿Qué riesgos enfrenta López Obrador adelantando la sucesión?
En primer lugar, las luchas internas, el “fuego amigo”, los golpes bajos”. No es un riesgo menor pero, por paradójico que parezca, estas luchas entre precandidatos, fortalecen el liderazgo de Obrador. El Señor Presidente es el árbitro, el único capaz de pacificar las luchas dentro de Morena.
En segundo lugar, está el riesgo de sobreexposición de los precandidatos. Pueden “quemarse antes de tiempo”. No obstante, este riesgo también es calculado. La lucha adelantada por la sucesión será una especie de “selección natural”, de sobrevivencia del más fuerte. El Presidente lo sabe. El político más hábil y menos vulnerable terminará marginando a las otras corcholatas. Dentro de unos meses, habrá sobrevivido el precandidato más diestro.
Ahora bien, creo que AMLO enfrenta un reto enorme: permitir que sea el pueblo quien hable y quién elija al candidato de Morena por medio del voto de militantes. Confieso que me extraña que un Presidente, que ha privilegiado las consultas populares y que confía en el sufragio, quiera que al candidato de la 4T se le elija por encuesta. Toda encuesta es, por definición, parcial. La encuesta no es democracia popular. Entre la voluntad popular y el resultado, impera la empresa encuestadora. Así de claro. Y sé que el Señor Presidente no le arrebatara la voz y el voto a los militantes de Morena.
Nunca se encuesta a toda la población (en este caso, a toda la militancia), sino a una muestra representativa. Las encuestas son neoliberales, tecnocráticas, artificios matemáticos ¿Por qué recurrir a una encuesta cuando se podría consultar directamente a la militancia de Morena?
No me cabe la menor duda de que el Presidente quiere escuchar la voz del pueblo: sin mediación de encuestadores, de empresarios, de tecnócratas. ¿Por qué levantar una encuesta si se le puede dar voz a los militantes de su partido? Sé que Andrés Manuel López Obrador, un demócrata que cree en el pueblo, promoverá que los militantes de su partido elijan por votación a quién debe ser el candidato de Morena. Lo contrario, sería privilegiar a las encuestadores en detrimento de la voluntad popular.
Al fin y al cabo, el próximo candidato presidencial de Morena será, con toda probabilidad, el próximo Presidente de México. Como bien ha repetido el Presidente, hay que escuchar la voz del Pueblo. Sé que la elección del candidato presidencial de Morena será por medio del voto, por medio de una consulta popular entre su militancia. Lo contrario, sería un artilugio propio de neoliberales. El Pueblo no quiere ser encuestado, quiere ser escuchado en las urnas. El Presidente y todos los mexicanos confiamos más en las urnas que en una encuesta levantada por una empresa privada. Sólo los neoliberales y los conservadores prefieren las encuestas por encima de las consultas populares.
Sapere aude! ¡Atrévete a saber!