Caleidoscopio
Guillermina Gómora Ordóñez
La epidemia de violencia en México no tiene freno. La barbarie registrada en el estadio La Corregidora en Querétaro, confirma la descomposición social del país. Masacres, desplazados, desaparecidos, feminicidios y asesinatos de periodistas se han convertido en una peligrosa cotidianidad. Perdimos la capacidad de asombro, de horrorizarnos. Una deshumanización.
Nos hemos acostumbrado a escuchar que se registró la semana, el mes o el año más violento de la historia reciente del país. Las imágenes de Michoacán que muestran el fusilamiento de 17 personas, si hubiera ocurrido en Ucrania a manos del Ejército ruso hubiera sido una indignación mundial, pero pasó aquí y a los mexicanos ya se nos olvidó indignarnos.
Ni el costo económico de la violencia parece preocupar a las autoridades responsables de la seguridad nacional. En 2019, el Inegi lo estimó en 282 mil millones de pesos equivalente al 1.53% del Producto Interno Bruto (PIB). En 2020, subió a 1.85 % del PIB a pesar de la pandemia. La inseguridad cuesta y lamentablemente estamos dejando de crecer por no atender esta problemática.
La promesa del presidente Andrés Manuel López Obrador de pacificar el país está lejos de poder cumplirse. La falta de procuración e impartición de justicia es alarmante. El origen de la descomposición del sistema de justicia ésta en la impunidad. De cada 100 delitos cometidos sólo se denuncian 5 y de éstos sólo 2 llegan a recibir sentencia condenatoria. Sufrimos una impunidad de 98%.
Las violencias que agobian a los mexicanos se reflejan en los fríos números que registran un aumento de los feminicidios, los secuestros, la extorsión y la trata de personas, entre otros delitos. Incluso, los abusos del crimen organizado llegaron a nuestras mesas con el incremento al precio del limón y del aguacate, como lo consignamos hace unas semanas.
A la atrocidad de estos delitos, se le suma la brutalidad registrada en el estadio de fútbol de Querétaro con un saldo oficial de 26 heridos. Los vándalos, energúmenos que provocaron estos hechos, están ligados a grupos delincuenciales que buscan contaminar y controlar un espectáculo que hasta hoy podía congregar a las familias. Sus acciones nada tienen que ver con este deporte.
Dejarlo pasar con los amagos de siempre: "se iniciará una investigación; se deslindarán responsabilidades; se turnarán a las autoridades y caerá todo el peso de la ley", sólo fortalecerá a los agresores y será un caso más de complicidad entre delincuentes y autoridades. Muy a la usanza de nuestra tradición política para evadir la realidad.
Y hablando del México real, el coordinador de la bancada panista en el Senado, Julen Rementería, denunció que "las mujeres son víctimas de una violencia sórdida que el año pasado provocó que poco más de mil de ellas fueran asesinadas solo por razones de género y se impusieron récords lamentables en 5 delitos en su contra: la violación se incrementó 28%