Hace dos años, incrédulos e inexpertos asumíamos el primer confinamiento con dudas y reproches de un nuevo virus fácilmente contagioso que Europa reportaba y en México llegaban los primeros casos. ¡Qué tiempos aquéllos! Cuando se comenzó a propagar información falsa, alarmante y manejo aún peor de las autoridades sanitarias de México y el mundo, ante lo evidente: se trataba de una pandemia y nadie visualizamos su alcance. Aún hoy día, domada las fases u2013quizá más terriblesu2013 nos cuesta trabajo tener un consenso general sobre las formas de contagio, la existencia y estragos. Sobre la eficacia de la vacunación, del uso de los métodos y sistemas de protección y propagación.
Aunque para muchos el virus no existe o no es tan dañino, el mundo cambió. No son los mismos usos, formas de relación y de habitarlo. Las consecuencias sociales, económicas, de salud y familiares trastocaron a todos los órdenes de lo colectivo e individual: en lo emocional, en lo conductual y dinámica social. El incremento del desempleo, las expresiones depresivas, las secuelas de salud por el covid-19, las crisis económicas, el manejo colectivo de la pandemia, las relaciones interpersonalesu2026 la lista es inmensa como ocurre con un efecto pospandémico.
Este fin de semana, por primera vez, desde que comenzó la crisis de salud pública, se reporta el total del país en verde, los hospitales han disminuido hasta en un 90% su capacidad de atención y demanda en temas por covid y sus secuelas. Las calles de la ciudad y otros estados del país se observan más saturados, los centros de exámenes para la detención de virus y las pruebas están más al alcance y sin escases. Las consecuencias están en el nuevo orden social de convivencia, trabajo y emociones.
Por espacio de 24 meses teorías, conspiraciones, investigaciones científicas, análisis conductuales, financieros parecían apuntalar a un nuevo sentido y dirección de las políticas públicas a nivel global; pero como ocurre con los escenarios de especulación o de efecto anticipado, los seres humanos tendemos a fallarnos. Y ahí está una invasión, una guerra, un conflicto bélico en medio de una crisis mundial en todos los sentidos, que parecían advertirnos un nuevo aprendizaje en la forma de estar y habitar, relacionarnos entre individuos y naciones. Nada de ello, los humanos tendemos a decepcionar.
Estamos en semáforo verde, dicen las autoridades, implica una disminución de casos graves, de hospitalizaciones, pero no implica que la pandemia se ha acabado, que el virus ha mutado o que verdaderamente ya estamos al final de este ciclo virulento. En la medida que las vacunas estén al alcance y en cobertura más generalizada entre las poblaciones en el mundo, los tratamientos más cercanos a convertir un virus débil o endémica la pandemia podremos vivir con más normalidad. Por ahora no es así, la realidad nos advierte que es necesario una cobertura más amplia de las vacunas, de los tratamientos y en espera de la respuesta científica que nos acerque tratamientos de más fácil acceso, de mayor cobertura viral y efectividad a mediano y largo plazo.
Las siguientes semanas serán decisivas para el futuro de la pandemia de mediano alcance, sabremos si se trata de una pandemia endémica, domada y mutada en nuestro organismo. Por ahora, es sólo un respiro y respuesta a un seguimiento cada vez más generalizado de las medidas de protección, entre ellas la vacunación que debe de ser el método de mayor opción y cobertura en el mundo. La Guerra apartó del escenario informativo al virus del covid, pero no significa que se acabó, estamos quizá más cerca a domarlo y mutarlo en nuestra cotidianidad, más no significa que ya no está. A cuidarnos en este tiempo de vacaciones.
Abramos la discusión: @salmazan71