En este artículo número 20, quiero dar el espacio a un tema que en México vivimos de forma paradójica, ya que dependiendo de la comunidad donde vivamos, el tema puede tener mayor o menor relevancia. Aun así, en términos generales nuestro país está fuertemente vinculado con este: se trata de los refugiados. Pese a que en este artículo nos centraremos en la región de Medio Oriente, revisaremos también algunos datos que nos permitan tener un panorama de los refugiados en el mundo.
Este tema me resulta particularmente sensible, puesto que cuando hablamos de refugiados, detrás de cada número hablamos de un individuo cuya vida se vio afectada de forma profunda y por causas generalmente traumáticas. Se trata también de historias que cambiaron su rumbo por causas ajenas y no previstas, de sueños truncados y de la transformación radical del espacio en que se habita. Si bien hay historias cuyo desenlace es alentador, lo usual es que el proceso para lograr establecerse de forma definitiva en un nuevo sitio seguro requiera de transitar por una serie de eventos complejos; incluso muchas personas ni siquiera sobrevivirán para contarlo.
Si bien la pandemia por COVID-19 ha hecho que la cantidad de nuevas personas refugiadas sea menor a las proyecciones hechas con datos históricos, también ha creado una nueva dimensión de vulnerabilidad para las personas que, debido a alguna situación de peligro o persecución, se han visto obligadas a huir de sus hogares.
Antes de avanzar en el tema, es necesario hacer precisiones para tener un lenguaje común. Existen algunos conceptos que tienden a utilizarse de forma indistinta y pueden causar confusión, principalmente los conceptos de persona migrante y refugiada, aunque hay otros más como se muestra en la tabla:
Lo anterior nos deja en claro que tanto las personas migrantes, las refugiadas y las solicitantes de asilo se encuentran en movimiento y han cruzado fronteras en busca de mejores condiciones de vida. No obstante, las razones por las que un migrante y un refugiado han cruzado esas fronteras son distintas, aunque cabe aclarar que no hay consenso internacional en la definición de migrante, pues se sabe que en ocasiones los migrantes también huyen de situaciones de violencia o pobreza extrema.
Una mirada global nos muestra que en el año 2020 había 82.4 millones de personas que habían sido desplazadas de manera forzosa, un total de 20.7 millones de personas refugiadas y 4.1 millones de solicitantes de asilo según cifras de ACNUR. Se sabe que las personas refugiadas tienden a asentarse en países en desarrollo, lo más común es que se trate de los países vecinos al país de donde huyen.
No hay región que esté exenta ya sea de conflictos armados, de violencia o de eventos que han perturbado el orden público y, por ende, de ser generadora de refugiados y el Medio Oriente no es la excepción. De hecho, el país que encabeza la lista es Siria, con 6.7 millones y, aunque entre los cinco principales países de origen no colocan a Palestina, se sabe que hay 5.7 millones de personas refugiadas. El problema con los refugiados palestinos es tan sui géneris que existe una agencia especial de la ONU que atiende a esta población, se trata de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, mejor conocida como UNRWA, por sus siglas en inglés.
El caso de Siria es bastante dramático pues la guerra civil en este país cumplió ya 10 años en 2021 lo cual ha provocado que la mitad de su población se haya convertido en desplazada o refugiada. En el caso de estos últimos, se han visto forzados a buscar asilo en 121 países, aunque los tres principales son Turquía (65.8%), Líbano (14.8%) y Jordania (11.8%).
Por su parte, con el regreso de los talibanes al poder en Afganistán se ha generado una nueva oleada de refugiados que se han visto en la necesidad de buscar asilo en 100 países, aunque el principal es el país vecino, Pakistán. Sin embargo, los talibanes no son los únicos responsables de que Afganistán se encuentre en el top de los países de procedencia de las personas refugiadas, también la invasión de la OTAN liderada por los Estados Unidos, que se tradujo en la ocupación del país durante dos décadas, ha sido una causa fundamental de las cifras que observamos hoy en día.
Por otra parte, en 2015 el país con mayor número de personas desplazadas era Yemen con 2.5 millones, muchos de ellos menores de edad. En el año 2022, de una población de 30 millones de personas: 24 millones requieren de asistencia humanitaria, 4 millones han sido desplazados y más de 100,000 han sido asesinadas a causa del conflicto. En esta guerra se enfrentan militantes hutíes chiitas que buscan una mayor participación chiita en la toma de decisiones de este país árabe (mayoritariamente suní) contra una coalición liderada por Arabia Saudita, esta coalición es apoyada por el gobierno de Biden. Resulta interesante que mientras la entrada de armas a Yemen es posible, la entrada de ayuda humanitaria urgente no lo es, lo que ha causado la muerte de muchas personas por falta de acceso a alimentos y a atención médica, incluso se cree que lo que ocurre en Yemen es la peor crisis humanitaria del mundo con 13.5 millones de personas en riesgo de morir de hambre.
Mientras exista violencia, guerra y situaciones políticas inestables, el número de personas que se conviertan en refugiadas seguirá creciendo y las tensiones entre países de origen y países de acogida se agravarán. Las personas refugiadas huyen de situaciones extremas que ponen en riesgo sus vidas y las de sus familias solo para encontrarse con más violencia en varios de los países donde solicitan asilo, esto pese a la existencia de un sistema avanzado y equilibrado para proteger sus derechos humanos. Lo que hace falta es voluntad política y que los países más ricos, junto con la comunidad internacional, dejen de eludir las responsabilidades compartidas para atender este tema de interés global.
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