En la madrugada del 4 de junio de 1966, desconocidos dinamitaron la cabeza de la escultura de Miguel Alemán Valdés en la Ciudad Universitaria de México. Alemán fue presidente de México 1946 a 1952. Modernizó e impulsó la economía del país pero, vox populi, fue uno de los presidentes más corruptos del siglo XX mexicano y, para rematar, fue un represor. No obstante, la ciudad de México aún lo honra: ahí está el Viaducto Miguel Alemán, una de las vialidades más feas y disfuncionales de la capital. Y Acapulco no se queda atrás; la Costera Miguel Alemán es el eje turístico de la bahía de Acapulco. Al fin y al cabo, Alemán impulsó a este puerto, en otro tiempo un destino internacional. ¿Qué hacemos? ¿Pedimos que les cambien los nombres?
Según el INEGI, un ejido en Baja California, un jardín de niños en Baja California Sur y una planta potabilizadora en Sinaloa llevan el nombre del Luis Echevarría Álvarez, prócer de la Patria. Presidente de México de 1970 a 1976, Echeverría gobernó con represión, frivolidad y corrupción y, como colofón, dejó económicamente postrado al país. Actualmente vive sus últimos años en su residencia del sur de la ciudad de México, echando de menos, imagino, las porras y halagos con lo obsequiaron las multitudes acarreadas a su mítines y ceremonias. Incluso el expresidente Gustavo Díaz Ordaz, el de la masacre de Tlatelolco en 1968, tiene un aeropuerto con su nombre: el de Puerto Vallarta.
Pero no sólo en México nos ha dado por rendir homenaje en vida a los políticos y gobernantes. Hubo al menos media docena de ciudades nombradas "Alejandría", llamadas así por haber sido fundadas por Alejandro Magno o bien en su honor.
Tiberíades, ciudad de Galilea, recibió este nombre para honrar al emperador romano Tiberio. El lambiscón a quien se le ocurrió la idea fue el rey Herodes Antipas, súbdito del emperador. Ya saben. Siempre hay que quedar bien con el jefe.
Stalin, dictador que reinó (sí, así hay que decirlo) en la Unión Soviética y que encarceló o ejecutó a miles y miles de opositores políticos, también fue objeto de profusos honores en vida. Millones de soviéticos le tributaban la veneración de un santo en laico, gracias al eficaz aparato de propaganda y al feroz sistema represor. Para honrar al camarada Stalin, se levantaron centenas de esculturas y su imagen era omnipresente en la URSS. La ciudad de Vologrado cambió su nombre por Stalingrado de 1925 a 1961, ciudad que se hizo célebre por la batalla contra los nazis durante la Segunda guerra mundial. El culto a personalidad de Stalin, sólo comparable con el que recibieron Mao Zedogn y Hitler, trascendió fronteras. Al enterarse de su muerte en 1953, Pablo Neruda, Nobel de literatura en 1971, le dedicó una oda en 1953. En mi personal opinión, el poema es de una zalamería vergonzosa. Así le cantó Neruda a Stalin: "Enseñó a todos/ a crecer, a crecer, /a plantas y metales, /a criaturas y ríos / les enseñó a crecer, /a dar frutos y fuego. / Les enseñó la Paz / y así detuvo / con su pecho extendido / los lobos de la guerra" . ¿Cómo les quedó el ojo? En todos lados se cuecen habas\u2026
Kinsasa, la actual capital del la República Democrática del Congo, tuvo en otro tiempo el nombre de Leopoldville para honrar al siniestro Leopoldo II, rey de los belgas. Este monarca –por cierto, hermano de Carlota– se apropió del territorio y explotó brutalmente a los pueblos originarios. Con toda razón le cambiaron el nombre la ciudad, después de que la colonia consiguiera su independencia.
En fin, creo que antes de levantar monumentos en honor de alguien, hay que esperar unos añitos después de su muerte para saber si, en realidad, su legado merece nuestra honra. ¿Ustedes que piensan?
¡Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal
(El autor es conductor del programa de radio "El Banquete del Dr. Zagal" y profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)